"Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní y dijo a sus discípulos:...quedaos aquí y velad conmigo", Mateo 26:36,38
Jamás podremos comprender totalmente la agonía de Cristo en el jardín de Getsemaní, pero al menos no
debemos malinterpretarla. Es la agonía de Dios y el hombre en una persona, frente a frente con el pecado.
No podemos aprender sobre el Getsemaní por medio de la experiencia personal. Getsemaní y el Calvario
significan algo totalmente único: Son la puerta de entrada hacia la vida para nosotros.
No era por la muerte en la cruz que Jesús estaba en agonía en Getsemaní. De hecho, Él declaró
enfáticamente que había venido con el propósito de morir. Su temor era que no pudiera pasar por esta
lucha como el Hijo del hombre. Él sabía que la pasaría como el Hijo de Dios, y Satanás no podía tocarlo
allí. Pero el ataque era para que nuestro Señor no la atravesara por nosotros únicamente como el Hijo del
hombre, lo cual hubiera significado que Él no se podía convertir en nuestro Salvador (ver Hebreos 9:11-
15). Lee el relato de la agonía en Getsemaní a la luz de la tentación que había sufrido en el desierto.
Cuando acabó toda tentación el diablo, se aparto de él por un tiempo (Lucas 4:13).
Y regresó al Getsemaní pero fue vencido una vez más. En este lugar se presentó su ataque final contra
nuestro Señor como Hijo del hombre.
La agonía en el jardín fue la del Hijo de Dios en cumplimiento de su propósito como Salvador del mundo.
El velo se descorre para revelar todo lo que le costó a Él que nos fuera posible llegar a ser hijos de Dios.
Su agonía es la base de la simplicidad de nuestra salvación. La cruz de Cristo fue un triunfo para el Hijo
del hombre. No fue sólo una indicación de que nuestro Señor había triunfado, sino que lo había hecho
para salvar a la raza humana. Gracias a lo que el Hijo del Hombre sufrió, ahora todo ser humano puede
llegar a la presencia de Dios.
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