"La hora viene... en que seréis esparcidos...", Juan 16:32
En este pasaje Jesús no estaba reprendiendo a los discípulos. La fe de ellos era verdadera, pero
desordenada y desenfocada, y no obrando en las realidades importantes de la vida. Los discípulos se habían dispersado hacia sus propios intereses, los cuales estaban alejados de Jesucristo. Después de que nos
hemos relacionado de manera perfecta con Dios a través de la obra santificadora del Espíritu Santo,
debemos ejercitar nuestra fe en medio de las realidades de la vida diaria. Entonces seremos esparcidos, no hacia el
trabajo sino hacia el vacío de nuestras vidas donde encontraremos ruinas y aridez, y sabremos lo que
significa muerte interior a las bendiciones de Dios. ¿Estamos preparados para esto? Nosotros no lo
escogemos, sino que Dios dispone las circunstancias para llevarnos hasta ese punto. Mientras no hayamos
pasado por tal experiencia, nuestra fe se sustentará únicamente por los sentimientos y bendiciones. Una
vez que lleguemos allí, sin importar dónde nos coloque Dios ni cuales sean nuestros vacíos internos,
podremos alabarlo porque todo se encuentra bien. Esta es la fe que se ejerce en las realidades de la vida.
"Y me dejaréis solo". ¿Hemos sido esparcidos y dejamos solo a Jesús por no ver su cuidado providencial
para nosotros? ¿No lo vemos obrando en nuestras circunstancias? Vendrán tiempos oscuros por causa de
la soberanía de Dios. ¿Estamos preparados para dejar que Él haga lo quiera con nosotros, para ser
separados de sus bendiciones externas y evidentes? Mientras Jesucristo no sea verdaderamente nuestro
Señor, todos atendemos nuestras metas personales. Nuestra fe es real, pero todavía no es constante. Y Dios
nunca está de afán. Si esperamos, veremos que Él nos hace notar que hemos estado interesados solamente
en sus bendiciones y no en Él mismo. El sentido de la bendición de Dios es fundamental.
"...Confiad, yo he vencido al mundo", Juan 16:33. Fortaleza espiritual es lo que necesitamos.
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