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Este capítulo empezó con la
influencia satánica sobre Judas. En el versículo 2 Juan dice: “Y cuando
cenaban, como el diablo ya había puesto en el corazón de Judas Iscariote hijo
de Simón, que lo entregara”. Aquí ve usted como Judas con su avaricia le dio
una oportunidad al demonio. Cuando nosotros nos resistimos al amor de Dios y
seguimos la marcha determinada hacia el mal, le concedemos la oportunidad al
diablo; y él tuvo la oportunidad de introducir pensamientos en el corazón de
Judas que echarían raíces de inmediato. Así que ya había puesto en el corazón
de Judas el traicionar a Jesús, y el trato había quedado arreglado. Cuando
Jesús le dio el bocado y Judas lo tomó y se lo comió sin una sola palabra o
señal de arrepentimiento o remordimiento, pasó el punto sin retorno. Los pilotos nos dicen que cuando
vuelan por encima del océano llegan a un punto en el que hay igual distancia
para regresar como para continuar al otro lado. Este es el punto sin retorno,
y esta es una de las escenas más trágicas en toda la historia: el ver a
Judas, mientras está todavía vivo, rechazando deliberadamente la verdad hasta
el punto que va más allá de ninguna esperanza de recuperación. Al llegar a
este punto, Satanás entró en él, y esto se convierte en una posesión satánica.
Judas no tiene ya ningún control sobre su propia voluntad y no puede ya tomar
ninguna decisión para resistirse al mal. Esto es lo que podríamos llamar el
Getsemaní de Judas. Justo después de este suceso Jesús se marcha del aposento
alto y va con Sus discípulos al huerto. Allí se retira un poco para orar a
solas. Esta es Su última oportunidad para volverse antes de la cruz. Usted
recordará que oró, diciendo: “Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero
no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42). Y aunque sudó grandes
gotas de sangre en la agonía de ese momento, al final del mismo vinieron los
ángeles y le fortalecieron. Su resolución había permanecido inquebrantable.
De manera semejante, aquí está Judas en el punto sin retorno. Es su última
oportunidad para darse la vuelta, pero no la aprovecha. Y cuando toma esa
decisión, Satanás viene y le fortalece, de manera que ya no puede darse la
vuelta. De modo que Jesús le manda, ahora
que ya no hay oportunidad alguna de recuperación: “Lo que vas a hacer, hazlo
pronto”. Y la última palabra de Juan es: “Salió en seguida. Era ya de noche”.
Es muy posible que Juan estuviese pensando en los mismos términos que las
palabras que habría de escribir después en su primera epístola: “si andamos
en luz, como él está en luz”, si vamos adelante cuando nuestros pecados,
nuestros fallos y debilidades están todas ellas presentes ante Dios y no
intentamos justificar u ocultarlas, “... la sangre de Jesucristo, su Hijo,
nos limpia de todo pecado” (1:7). Pero si nos volvemos de la luz, le damos la
espalda a Jesús y nos marchamos, dispuestos a hacer nuestra propia voluntad,
estamos caminando en la oscuridad. Señor, Tu luz ha brillado sobre mi
oscuro corazón y me ha dado nueva vida y esperanza. No permitas que me olvide
nunca de que aparte de Tu gracia también yo me hubiese encontrado en el punto
sin retorno. |
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Aplicación a la vida |
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¿Cómo puede el que nos resistamos a
la provisión de Dios hacer que lleguemos al punto en que no es posible el
retorno? ¿Cómo puede el aceptar la provisión de Dios en Cristo también
llevarnos al punto sin retorno? |
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Versículo para hoy:
martes, 7 de julio de 2020
7 de julio - El punto sin retorno - Ray Stedman
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