La palabra confesar no
significa “pedir perdón”. La obra que realizó Cristo en la cruz por nosotros
ya ha hecho todo lo que era necesario para perdonarnos. Lo que Dios quiere
que hagamos es que examinemos el pecado ante nosotros y que lo llamemos lo
que Él lo llama. Estar de acuerdo con Dios sobre esto; eso es lo que
significa la palabra confesar. La última parte de la palabra
viene de una raíz que significa “decir”, y con significa
“con”. “Decir con Dios” lo que Él dice acerca de algo es confesar el pecado.
Hay una canción popular que se oye a veces en los círculos cristianos: “Si he
causado que un pie se descarríe, si he seguido mi propio camino de manera
egoísta, perdóname, amado Señor”. Eso no es una confesión ni mucho menos. No
diga usted “si”, diga: “Señor, he hecho que mi pie se descarríe; he vivido de
mi propia manera egoísta”. Eso es confesar, estar de acuerdo con Dios.
La limpieza no se basa en la
misericordia de Dios o Su amabilidad o Su amor o, después de todo, Su
capricho; se basa en la obra de Jesucristo. Sobre esa base Dios es fiel y
justo para perdonar, y sería totalmente injusto si se negase a perdonar a un
pecador penitente. Dios mismo sería malvado si se negase, sobre la base de la
obra de Cristo, a perdonar al pecador arrepentido. Así es como podemos
sentirnos seguros de la limpieza que se produce cuando estamos de acuerdo con
Dios acerca de estas cosas.
Siempre que somos conscientes de
haber seguido una reacción carnal, detengámonos de inmediato y estemos de
acuerdo en nuestros corazones con Dios acerca de ello, de modo que podamos
experimentar de nuevo esta maravillosa limpieza, esta limpieza fiel y justa
en nuestras vidas que nos purifica “de toda maldad”.
¿Sabe usted lo que sucede cuando no
confiesa? Resulta muy desagradable vivir con usted. Cuando yo era un
estudiante en Montana, soporté muchos inviernos duros durante los cuales las
temperaturas llegaron a descender a veces hasta sesenta grados bajo cero
durante una semana entera. En nuestros hogares, donde no teníamos agua
corriente, no teníamos un sistema de cañerías interiores ni electricidad, de
modo que el darse un baño era algo que se podía comparar con una operación
quirúrgica de gran envergadura. En esa penosa situación hacíamos nuestras
abluciones. Resultaba suficientemente difícil como para que algunas personas
pensasen que no era necesario bañarse durante los meses de invierno. Si se
entraba en la sala caldeada de una escuela en un frío día de invierno, con
otros cincuenta o sesenta cuerpos sudorosos, éramos muy conscientes de este
hecho.
La verdad es que a mí no me molesta
vivir con alguien que sabe que está sucio y que, por lo tanto, se baña con
frecuencia, pero resulta terriblemente desagradable vivir con alguien que
cree que nunca está sucio. Eso es lo que está diciendo Juan. Si decimos que
no podemos ensuciarnos, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está
en nosotros. Pero si nos enfrentamos con ello y lo confesamos, entonces la
limpieza que ha provisto el Señor Jesús en la cruz de manera total y
abundante nos pertenece de inmediato y es como si nunca hubiésemos pecado.
Padre, esto nos revela con términos
muy prácticos la tendencia de nuestro propio corazón a engañarse a sí mismo y
además el que Tu corazón está dispuesto a limpiarme. Ayúdame a caminar de
acuerdo contigo.
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Aplicación a la vida
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Aunque podemos ser libres del
pecado, no podemos decir que no tenemos pecado. ¿Cuál es la diferencia entre
pedir perdón y confesar nuestro pecado?
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Versículo para hoy:
domingo, 3 de mayo de 2020
3 de mayo - La persona que niega el pecado - Ray Stedman
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