"Y cuando él venga,
convencerá al mundo de pecado...", Juan 16:8
Somos muy pocos los que sabemos algo acerca de la convicción de pecado. Conocemos la experiencia de estar perturbados debido a que hicimos lo malo, pero la convicción de pecado por el Espíritu Santo borra todo vínculo terrenal y nos hace conscientes de una sola relación: "Contra ti, contra ti solo he pecado...", Salmo 51:4. Cuando alguien se convence de su pecado de esta manera, sabe con toda la capacidad de su conciencia que Dios no se atrevería a perdonarlo. Si Él lo hiciera, esa persona tendría un sentido más fuerte de la justicia de Dios. Él sí perdona, pero para que esto fuera posible le costó el desgarramiento de su corazón por la muerte de Cristo. El gran milagro de la gracia de Dios es que Él perdona el pecado y que sólo la muerte de Cristo le permite a su naturaleza perdonar sin contradecirse a sí misma al hacerlo.
Es un desacierto superficial decir que Dios nos perdona porque Él es amor. Cuando realmente seamos convencidos de pecado, jamás volveremos a decir esto. ¡Su amor significó nada menos que el Calvario!
La cruz es el único lugar donde su amor se explica, la única base sobre la cual Él me puede perdonar. Es allí donde su conciencia queda satisfecha.
El perdón no significa simplemente que Dios me salva del infierno y me prepara para ir al cielo (nadie aceptaría el perdón en ese nivel). El perdón significa que soy perdonado para entrar en una relación creada de nuevo, la cual me identifica con Dios por medio de Cristo. El milagro de la redención es que Dios me lleva a mí, un impío, hasta su nivel de vida, el de un santo, porque me imparte una nueva naturaleza, la de Jesucristo.
Fuente: EN POS DE LO SUPREMO de Oswald Chambers.
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