“Cuando mi corazón desmayare, a la peña más alta que yo me conduzcas”. Salmo 61:2.
LA mayor parte de nosotros sabe qué es tener el corazón desmayado, estar vacío como cuando alguien limpia un plato y lo da vuelta, estar hundido y echado sobre su costado como un barco vencido por la tempestad. El descubrimiento de los pecados secretos producirá este efecto, al permitir el Señor que el gran abismo de nuestras maldades entre en erupción y vomite cieno y lodo. Los chascos y los disgustos producirán este efecto cuando olas tras olas pasen sobre nosotros y nosotros seamos semejantes a un casco roto arrojado de aquí para allá por la marejada. Gracias a Dios que en esas ocasiones no carecemos de un muy suficiente solaz, pues nuestro Dios es el puerto de las naves sacudidas por el temporal, y el refugio de los peregrinos desamparados. Dios está más alto que nosotros; su gracia es más alta que nuestros pecados y su amor más alto que nuestros pensamientos. Es lastimoso que los hombres pongan su confianza en algo más bajo que ellos; en cambio, nuestra confianza está puesta en un Señor muy alto y glorioso. El es una Roca porque no cambia y una alta Roca porque las tempestades que nos abruman ruedan lejos debajo de sus pies. El no se turba por ellas, sino que las domina a su voluntad. Si nos refugiamos debajo de esta alta Roca podemos desafiar el huracán. Todo es calma bajo el sotavento de aquella elevada Roca. ¡Ay!, es tal la confusión en la que a menudo está la turbada mente, que necesitamos dirigirnos a este divino refugio. De ahí la oración del texto. ¡Oh! Dios nuestro, enséñanos por tu Santo Espíritu la senda de la fe y guíanos a tu reposo. El viento nos lleva hacia la mar; el timón no responde a nuestra débil mano. Tú, tú sólo puedes, entre las escondidas rocas, conducirnos sanos y salvos a puerto seguro. ¡Cuán dependientes somos de ti! Necesitamos que tú nos conduzcas a ti. El ser sabiamente dirigidos y guiados en seguridad y paz es don tuyo y sólo tuyo. Complácete esta noche en estar en buenas relaciones con tus siervos.
Charles Haddon Spurgeon.
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