“No compraste para mí caña aromática por dinero”. Isaías 43:24.
LOS adoradores solían llevar al templo, presentes de suaves perfumes para quemarlos en el altar de Dios. Pero Israel, en el tiempo de su apostasía, se mostró poco generoso e hizo pocas ofrendas votivas a su Señor. Esto era una demostración de frialdad de corazón hacia Dios y su casa. Lector, ¿no ocurre nunca esto contigo? ¿No podría el lamento del texto ser expresado contra ti, si no frecuentemente, por lo menos ocasionalmente? Los que son pobres en dinero, pero ricos en fe, no serán menos aceptos porque sus dádivas sean pequeñas. Pero, pobre lector, ¿das al Señor en justa proporción o retienes la blanca de la viuda que debe entrar en la sagrada tesorería? El creyente rico debe mostrarse agradecido por el talento que le ha sido confiado, pero no debe olvidar su gran responsabilidad, porque donde mucho es dado mucho será demandado. Lector rico, ¿tienes presente tus obligaciones y estás dando al Señor de acuerdo con lo que recibes? Jesús dio su sangre por nosotros. ¿Qué le daremos a él? Nosotros y todo lo que tenemos es suyo, porque él nos compró para sí. ¿Podemos obrar como si fuésemos dueños de nosotros mismos? ¡Oh si tuviéramos más consagración! Y, en este caso, ¡oh si tuviésemos más amor! Bendito Jesús, ¡cuán bueno es que tú aceptes nuestra caña aromática comprada con dinero! Nada es demasiado costoso para tributar a tu incomparable amor, y, sin embargo, tú recibes con agrado la más insignificante demostración de sincero afecto. Tú recibes nuestras pobres nomeolvides y nuestras prendas de amor como si fueran intrínsicamente preciosas, aunque ellas, en realidad, son sólo el ramo de flores silvestres que el niño lleva a su madre. Que nunca seamos mezquinos contigo, y que, desde ahora, nunca te oigamos lamentar de nosotros por haberte rehusado nuestros dones de amor. Te daremos los primeros frutos de nuestras ganancias y te pagaremos los diezmos de todo y, entonces, diremos: “Lo recibido de tus manos te damos”.
Charles Haddon Spurgeon.
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