Él fue entregado a la muerte por nuestros pecados, y resucitó
para nuestra justificación. Romanos 4:25.
El propio nombre de
Jesús nos recuerda que él salvará a su pueblo de los pecados. Me gustaría
agregar que, ya que la salvación de Dios es tan grande, tiene que haber sido
motivada por grandes pecados. ¿Hubiera Cristo derramado la sangre de su corazón
por algunos pecados insignificantes, veniales, que nuestras lágrimas pudieran
lavar? ¿Piensas que tu Dios habría ofrecido a su Hijo para que muriera por una
simple superficialidad? Si el pecado hubiera sido un asunto de poca
envergadura, un pequeño sacrificio habría sido suficiente. ¿Acaso piensas que
aquel sacrificio divino fue llevado a cabo solo por unas pequeñas ofensas? ¿Se
sacrificó Jesús por los pecados pequeños y no por los grandes? No, el Señor
Dios midió el tamaño de nuestro pecado y lo halló tan alto como el cielo, tan
profundo como el infierno, tan ancho como el infinito, y por eso nos concedió
un Salvador tan grande. Dio a su Hijo único, un sacrificio infinito, un
sacrificio que no se puede medir. Con dolores y terrores de muerte que nunca se
podrán describir con toda exactitud, el Señor Jesús derramó su alma en un
sufrimiento indecible, para proveer una gran salvación al más grande de los
pecadores. Mira a Jesús en la cruz y entiende que todo tipo de pecado y
blasfemia se le perdonará a los hombres. La salvación, eso es para mí, pues yo
estoy perdido. Una gran salvación, eso es para mí, pues yo soy el más grande de
los pecadores. ¡Oh, escucha mi palabra en este día! Es una palabra de amor de
parte de Dios, y repica como una campana de plata. Lloro por ti y, sin embargo,
me siento como si cantara todo el tiempo, porque he sido enviado a proclamar la
salvación del Señor para los peores de ustedes.
A través de la Biblia en un año: Apocalipsis 3-5
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