Muy de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, Jesús se
levantó, salió de la casa y se fue a un lugar solitario, donde se puso a orar.
Marcos 1:35.
Recuerda que nuestro
Señor no solo insistió en la necesidad de orar sino que él mismo nos dejó un
gran ejemplo de lo que es una vida de oración. Las enseñanzas de un profesor se
refuerzan cuando él constituye un ejemplo vivo de lo que enseña, al poner en
práctica sus propias instrucciones. Jesús fue un maestro poderoso tanto en obra
como en palabra, de él leemos: «Jesús comenzó a hacer y enseñar» (Hechos 1:1).
En el ejercicio de la oración, «el frío de la medianoche» pudo atestiguar que
él fue un gran practicante de lo que enseñaba. Cuando exhortó a sus discípulos
a que perseveraran en la oración y «oraran sin cesar», solo les estaba pidiendo
que siguieran sus pisadas. Si alguno de los miembros del cuerpo místico no
hubiera tenido necesidad de orar, de seguro habría sido nuestra Cabeza del
Pacto, pero si nuestra Cabeza tuvo una vida de oración, mucho más nosotros, los
miembros inferiores. Él nunca cometió los pecados que a nosotros nos afectan y
debilitan desde el punto de vista espiritual. No tenía deseos lujuriosos contra
los cuales luchar, pero si aquel que tuvo toda la pureza y la perfección se
acercó a Dios con tanta frecuencia, ¡cuánto más debemos nosotros perseverar en
nuestras súplicas! ¡Sigamos el ejemplo de quien fue tan poderoso, tan grande y,
a la vez, tan consagrado en la oración!
A través de la Biblia en un año: Jeremías 45-48
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