«Vienen días» afirma el Señor, «en los cuales el que ara
alcanzará al segador y el que pisa las uvas, al sembrador». Amós 9:13.
Cuando las personas
escuchan lo que Dios hizo en el pasado, una de las cosas que dicen es: «Ah,
pero eso fue hace mucho tiempo». Piensan que los tiempos han cambiado desde
entonces. Otros entre ustedes dicen: «Bueno, considero esas cosas grandes
prodigios, milagros. No podemos esperar que sucedan todos los días». Esa es la
razón por la cual no las vemos en la actualidad. Si hubiéramos aprendido a
esperarlas, sin duda las obtendríamos, pero las colocaríamos en un estante,
como si fueran cosas fuera de nuestro estilo de religión moderado, como
curiosidades de la historia de las Escrituras. Creemos que esas cosas, aunque
ciertas, son prodigios de la Providencia, no podemos imaginarlas como parte del
trabajo ordinario de su poder maravilloso. Les ruego, hermanos, que desechen
esa idea, que la saquen de su mente. Todo lo que Dios ha hecho en su propósito
de convertir a los pecadores debe considerarse como un precedente, porque «La
mano del Señor no es corta para salvar, ni es sordo su oído para oír» (Isaías 59:1). ¿Ha cambiado Dios? ¿Acaso no es él un Dios inmutable, el mismo ayer, hoy
y siempre? ¿No es eso un argumento más que suficiente para pensar que lo que
Dios hizo en algún momento lo puede volver a hacer? Incluso, creo que debo ir
un poco más allá y decir que lo que una vez hizo es una profecía de lo que hará
otra vez, que se repetirán las poderosas obras que ha llevado a cabo en los
tiempos pasados, y otra vez se cantará en Sión la canción del Señor, y una vez
más será glorificado.
A través de la Biblia en un año: Isaías 21-24
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