Por tanto, si sienten algún estímulo en su unión con Cristo,
algún consuelo en su amor, algún compañerismo en el Espíritu, algún afecto
entrañable, llénenme de alegría teniendo un mismo parecer, un mismo amor,
unidos en alma y pensamiento. Filipenses 2:1-2.
Tú y yo no somos ni el
alfa ni la omega para la ley, porque la hemos quebrantado por completo. Ni tan
siquiera hemos aprendido su primera letra: «Ama al Señor tu Dios con todo tu
corazón» y estoy seguro de que sabemos muy poco de la segunda: «Ama a tu
prójimo como a ti mismo». A pesar de estar renovados por gracia, somos muy
lentos para aprender la santidad y la espiritualidad de la ley; estamos tan
impactados por la letra que a menudo perdemos su espíritu por completo. Pero,
amado, si quieres ver la ley cumplida, mira la persona de nuestro bendito Señor
y Amo. ¡Qué amor a Dios hay ahí!
Jesús amó de manera tal
que todo el amor que jamás haya brillado en el pecho humano, si pudiera
reunirse, no sería más que una chispa, mientras que su gran amor para con el
hombre sería como un horno ardiente calentado siete veces más de lo que la
imaginación humana pudiera concebir. No permitan, amados amigos, si están en
Cristo Jesús, que los temores legales los aflijan con los recuerdos de sus
fracasos en cuanto a la obediencia, como si fueran a destruir su alma. Busquen
la santidad pero nunca pongan su confianza en la santidad. Busquen la virtud,
esfuércense por ella, pero no se desanimen cuando vean sus propias
imperfecciones. La justicia que les salva es la justicia de Cristo; aquella en
la que Dios te acepta es la perfecta obediencia de Cristo; y decimos eso otra
vez, con las palabras del texto, Jesucristo es «el Alfa y la Omega, el Primero
y el Último, el Principio y el Fin» (Apocalipsis 22:13).
A través de la Biblia en un año: 1
Crónicas 24-26
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