Versículo para hoy:

miércoles, 15 de enero de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

III. El principio que motivó a Moisés

Ahora pasemos al tercer tema: Quiero referirme al principio que motivó a Moisés, que lo impulsó a hacer lo que hizo.

¿Cómo se puede explicar esta conducta? ¿Qué razón posible se puede dar? Rechazar aquello que generalmente se considera bueno, escoger lo que comúnmente se juzga malo no es normal para la carne y la sangre. Esto no es cosa de hombre; esto requiere alguna explicación. ¿Cuál será la explicación?

Tenemos la respuesta en el texto. No sé si lo más admirable es su grandeza o su sencillez. Todo radica en una palabrita y esa palabrita es "Fe".

Moisés tenía fe. La fe fue el origen de su conducta increíble. La fe lo llevó a hacer lo que hizo, escoger lo que escogió y rechazar lo que rechazó. Todo lo hizo porque creyó.

Dios le puso en la mente su propia voluntad y propósito. Dios le reveló que un Salvador nacería de los hijos de Israel, que había promesas aún por cumplirse entre los descendientes de Abraham, que el tiempo del cumplimiento de parte de estas promesas había llegado. Moisés confió en esto y creyó. Y podemos trazar cada paso en su maravillosa carrera, cada acción en su peregrinaje por la vida después de dejar la corte de faraón (su decisión de parecer malo, su rechazo de parecer bueno) a esta fuente; veremos que todo descansa sobre este fundamento. Dios le había hablado y él tenía fe en la palabra de Dios.

Creyó que Dios cumpliría sus promesas, que lo que dijo que iba a hacer, indudablemente lo haría y lo que pactó realizar, indudablemente lo cumpliría.

Creyó que con Dios nada es imposible. La razón y el sentido común dirían que la liberación de Israel eran una imposibilidad, que los obstáculos eran demasiados y las dificultades muy grandes. Pero la fe le decía a Moisés que Dios era suficiente para todo. Dios había emprendido la obra y esta se realizaría.

Creyó que Dios era omnisciente. La razón y el sentido común le podían decir que su curso de acción era absurdo; que estaba desechando influencias provechosas y destruyendo toda posibilidad de beneficiar a su pueblo al romper con la hija de faraón. Pero la fe le decía a Moisés que si Dios decía: "Ven por este camino", seguramente era el mejor.

Creyó que Dios era todo misericordia. La razón y el sentido común podían sugerir que sería posible encontrar una manera más agradable de liberar al pueblo, que habría que ceder en algunas cosas y que se podrían evitar muchas dificultades. Pero la fe le decía a Moisés que Dios es amor y que no le daría ni una gota más de amargura de la que fuera absolutamente necesaria.

La fe era un telescopio para Moisés. Le hacía ver la buena tierra a gran distancia: Descanso, paz y victoria. La razón miope sólo podía ver pruebas y desiertos, tormentas y tempestades, cansancio y dolor.

La fe era un intérprete para Moisés. Le hacía encontrar un significado reconfortante en los aparentemente oscuros mandatos escritos por Dios; mientras que el sentido común en su ignorancia, no podía ver más que misterio y necedad.

La fe le decía a Moisés que todas estas jerarquías y grandezas eran de la tierra, de este mundo, pobres, vanas, vacías, frágiles, fugaces y temporales; y que no había verdadera grandeza como la de servir a Dios. Él era el Rey, Moisés era el noble que pertenecía a la familia de Dios. Era mejor ser el último en el cielo que el primero en el infierno.

La fe le decía a Moisés que los placeres terrenales eran "placeres del pecado". Estaban entremezclados con el pecado, contenían pecado, eran una ruina para el alma y desagradables a Dios. Sería de poco consuelo gozar de un placer, mientras Dios estaba en su contra. Era mejor sufrir y obedecer a Dios, que sentirse bien y pecar.

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