II. La evidencia visible de la santificación
Procedo ahora a abordar el segundo punto que me propuse considerar. Ese punto es la evidencia visible de la santificación. En pocas palabras: ¿Cuáles son las señales visibles del hombre santificado? ¿Qué podemos esperar ver en él? Esta es una parte muy amplia y difícil de nuestro tema. Es amplia porque necesita la mención de muchos detalles que no se pueden encarar totalmente dentro de los límites de un escrito como este. Es difícil porque es imposible tratarla sin ofender. Pero sean cuales fueren los riesgos, la verdad tiene que ser presentada y hay un aspecto de la verdad que requiere, especialmente, que sea enunciada en la actualidad.
(1) La verdadera santificación no consiste en hablar acerca de religión. Este es un punto que nunca debe olvidarse. El enorme incremento de la educación y predicación en estos últimos días hace absolutamente necesario levantar la voz para dar una advertencia. Las gentes oyen tanto acerca de la verdad del evangelio que se acostumbran a sus palabras, su vocabulario y frases y, a veces, hablan con tanta fluidez sobre sus doctrinas que hacen pensar que son verdaderos cristianos. De hecho, asquea y disgusta escuchar el lenguaje frio y frívolo que muchos usan acerca de "la conversión, el Salvador, el evangelio, de encontrar paz, de la gracia" y cosas así, mientras que es notorio que sirven al pecado o viven para el mundo. ¿Podemos dudar que hablar así es abominable a los ojos de Dios y que no es mejor que maldecir, jurar y tomar el nombre de Dios en vano? La lengua no es el único miembro que Cristo nos pide que demos para servirle. Dios no quiere que su pueblo sea como vasijas vacías, como metal que resuena ni címbalo que retiñe. Tenemos que santificados, no sólo "de palabra, ni de lengua, sino de hecho y en verdad" (1Jn. 3:18).
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