(g) Tenemos que ser santos porque nuestra tranquilidad actual depende mucho de ello. No podemos darnos el lujo de olvidarlo. Es lamentable que somos propensos a olvidar que hay una conexión fuerte entre el pecado y el dolor, la santidad y felicidad, y entre la santificación y la consolación. Dios ha ordenado, sabiamente, que nuestro bienestar y nuestro bien hacer estén entrelazados. Ha provisto en su misericordia, que aun en este mundo, le convenga al hombre ser santo. Nuestra justificación no es por obras -nuestro llamado y elección no son por nuestras obras-, pero en vano es que alguien suponga que puede tener un sentido vivo de su justificación o de una seguridad de su llamado, mientras, por otro lado, descuida las buenas obras o no se esfuerza por vivir una vida santa. "Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos". "Y en esto conocemos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones" (1 Jn. 2:3; 3:19). Así como el creyente no puede esperar sentir los rayos del en un día oscuro y nublado, tampoco puede sentir la fuerte consolación en Cristo, si no lo sigue plenamente. Cuando los discípulos abandonaron al Señor y huyeron, se libraron del peligro, pero se sintieron mal y tristes. Cuando, poco después, lo confesaron valientemente ante los hombres, y fueron encarcelados y flagelados, nos dice la Palabra que "ellos salieron... gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre"(Hch.5:41). ¡Oh, por nuestro propio bien, si no hubiera ninguna otra razón, esforcémonos por ser santos! Aquel que sigue a Jesús más de lleno, siempre lo seguirá contento.
(h) En último lugar, tenemos que ser santos porque sin santidad sobre la tierra nunca estaremos preparados para disfrutar del cielo. El cielo es un lugar santo. El Señor del cielo es un Ser santo. Los ángeles son criaturas santas. La santidad está estampada en todo lo que hay en el cielo. El libro de Apocalipsis dice expresamente: "No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira" (Ap. 21:27).
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