(l) En último lugar, el hombre santo procurará una mentalidad espiritual. Se esforzará por consagrar sus afectos enteramente a las cosas de arriba y considerar las cosas de la tierra mucho menos importantes. No descuidará la vida actual, pero el primer lugar en su mente y pensamientos lo dará a la vida venidera. Su meta será vivir como aquel cuyo tesoro está en el cielo y pasar por este mundo como un extraño y peregrino rumbo a su hogar. Tener comunión con Dios en oración, en la Biblia y en la reunión de su pueblo, son las cosas que más le agradarán. Le dará valor a todas las cosas, los lugares y las relaciones, en la proporción que lo acerquen más a Dios. Compartirá algo del sentimiento de David, cuando dice: "Está mi alma apegada a ti". "Mi porción es Jehová" (Sal. 63:8; 119:57).
Tal es el bosquejo de la santidad que me aventuro a esbozar. Tal es el carácter que procuran tener los que son llamados "santos". Tales son las principales características del hombre santo.
Pero quiero decir aquí, que espero que nadie me malentienda, tengo cierta aprehensión de que lo que he querido decir sea equivocado y que la descripción que he dado de la santidad pueda desalentar a alguna conciencia sensible. Mi intención no es entristecer a ningún corazón recto, ni poner una piedra de tropiezo en el camino de ningún creyente.
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