Versículo para hoy:

sábado, 10 de agosto de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (-1816-1900)

 Las preguntas

6. En sexto lugar, ¿es sabio trazar una línea tan profunda, ancha y marcada de separación entre conversión y consagración, o la llamada vida superior, como lo hacen algunos en la actualidad? ¿Coincide esto con lo que afirma la Palabra de Dios? Lo dudo.

Es indudable que no hay nada nuevo en esta enseñanza. Es bien sabido que los escritores católico romanos, a menudo, afirman que la iglesia se divide en tres clases: Pecadores, penitentes y santos. ¡Me parece a mí que los maestros modernos de esta época que nos dicen que hay tres tipos de los que profesan ser cristianos -los no convertidos, los convertidos y los que viven la "vida superior" de total consagración-, se refieren a prácticamente los mismos niveles! Pero sea la idea antigua o nueva, católica romana o no, me es totalmente imposible ver que tenga una base bíblica. La Palabra de Dios siempre habla de dos grandes divisiones de la humanidad y únicamente dos. Habla de los vivos y de los muertos en pecado, el creyente y el no creyente, el convertido y el inconverso, los que están en el camino angosto y los que están en el ancho, los sabios y los necios, los hijos de Dios y los hijos del diablo. Dentro de cada una de estas dos clases hay, sin duda, distintas medidas de pecado y de gracia, pero es sólo una diferencia entre el extremo más elevado y el más bajo de una misma condición. Entre estas dos grandes clases hay una enorme abismo; son tan individuales como la vida y la muerte, la luz y la oscuridad, el cielo y el infierno. ¡Pero sobre una división en tres clases, la Palabra de Dios no dice absolutamente nada! Cuestiono la pretendida sabiduría de hacer divisiones nuevas que la Biblia no ha hecho y me disgusta totalmente la noción de una "segunda conversión".

Que hay una gran diferencia entre un grado de gracia y otro -que la vida espiritual se trata de crecimiento y que el creyente debe ser exhortado continuamente a crecer en la gracia en todo sentido-, es algo que acepto totalmente. Pero no puedo concebir la teoría de una transición súbita y misteriosa, de un solo salto, del creyente a un estado de bendición y total consagración. A mí me parece una invención del hombre; no puedo ver ningún texto específico que lo pruebe en las Escrituras. Un crecimiento gradual en la gracia, crecimiento en conocimiento, crecimiento en la fe, crecimiento en el amor, crecimiento en santidad, crecimiento en humildad y crecimiento en mentalidad espiritual; todos estos sí los veo claramente enseñados; contundentemente exigidos en las Escrituras y ejemplificados claramente en la vida de muchos santos de Dios. Pero no veo en la Biblia saltos súbitos e instantáneos de la conversión a la consagración.

¡Realmente dudo si tenemos derecho a decir que alguien puede convertirse sin consagrarse a Dios! Que puede ser más consagrado es indudable y lo será a medida que aumenta su gracia; pero si no se consagró a Dios el día que se convirtió y nació de nuevo, no sé lo que significa conversión. ¿No es cierto que los hombres corren el peligro de no darle el valor y el lugar que merece a la bendición inmensa de la conversión? ¿Acaso no están restándole valor a aquel primer y gran cambio que las Escrituras llaman el nuevo nacimiento, la nueva creación, la resurrección espiritual, cuando les exigen a los creyentes la "vida superior" de una segunda conversión? Puedo estar equivocado. Pero a veces he pensado, al leer el lenguaje fuerte usado por muchos en los últimos años al referirse a "consagración", que deben haber tenido anteriormente un concepto bajo e inadecuado de la "conversión", si es que acaso habrán sabido algo de ella. En suma, ¡hasta casi sospecho que cuando se habían consagrado, en realidad, se habían convertido por primera vez.

Confieso francamente que prefiero las sendas antiguas. Creo que es más sabio y seguro instar a todos los convertidos a que crezcan continuamente en la gracia y hacer hincapié en la necesidad absoluta de marchar adelante, a desarrollarse más y más, cada año dedicándose y consagrándose más en espíritu, alma y cuerpo a Cristo. Usemos todos los medios para enseñar que hay más gracia para obtener y más cielo para disfrutar en la tierra que la mayoría de los creyentes gozan desde ahora. Pero me niego a decirle a ningún convertido que necesita una segunda conversión y que algún día dará un paso enorme a un estado de total consagración. Me niego a enseñarlo porque no veo en las Escrituras justificación alguna para hacerlo. Me niego a enseñarlo porque creo que la tendencia de la doctrina es totalmente maliciosa, que deprime al humilde de corazón y llena de orgullo al superficial, al ignorante y al presuntuoso, en un grado sumamente peligroso.

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