“Cristo es el todo”. Colosenses 3:11
Otras formas en que “Cristo es el todo” Podría fácilmente añadir otras cosas, si el espacio lo permitiera. El tema es
inagotable. Apenas he tocado la superficie. Hay minas de verdades preciosas
relacionadas con lo que he dejado sin decir.
Podría mostrar cómo Cristo debe ser el todo en toda iglesia visible. Los espléndidos edificios, los numerosos servicios religiosos, las hermosas ceremonias y las
multitudes de pastores ordenados, no son nada ante los ojos de Dios, si el Señor Jesús
mismo no es honrado, magnificado y exaltado en todos sus oficios. La iglesia en que
Cristo no “es el todo”, no es más que un cuerpo muerto.
Podría mostrar cómo Cristo debe ser el todo en todo ministerio cristiano. La gran
obra que los pastores ordenados tienen la intención de hacer, es exaltar a Cristo.
Debemos ser como el asta en que se colgó la serpiente de bronce en el desierto. Somos útiles en la medida en que exaltamos al gran objeto de nuestra fe y útiles en esa medida solamente. Debemos ser embajadores para llevar las buenas nuevas del Hijo del Rey a un mundo rebelde; pero si sólo les enseñamos a los hombres a pensar más en nosotros y nuestros oficios que acerca de él, no somos dignos de ocupar ese oficio. El Espíritu nunca honrará al ministerio que no da testimonio de Cristo, que no hace que Cristo sea “el todo”.
Podría mostrar cómo el lenguaje usado en la Biblia, para describir los distintos
oficios de Cristo parece no tener fin. Podría describir cómo las figuras que se usan
para referirse a la plenitud de Cristo, tampoco parecen tener fin: El Sumo Sacerdote, el
Mediador, el Redentor, el Salvador, el Abogado; el Pastor, el Médico, el Novio, la Cabeza, el Pan de Vida, la Luz del Mundo, el Camino, la Puerta, la Vid, la Roca, la Fuente, el Sol de Justicia, el Precursor, el Fiador, el Capitán, el Príncipe de la Vida, el Amén, el Todopoderoso, el Autor y Consumador de la fe, el Cordero de Dios, el Rey de los Santos, el Maravilloso, Dios fuerte, el Consolador, el Obispo de las almas, estos y muchos más, son nombres que la Biblia da a Cristo. Cada uno es una fuente de instrucción y consuelo para todos los que están dispuestos a beber de ella. Cada una de estas descripciones es importante para meditar con provecho.
Conclusiones prácticas
Confío en que he dicho lo suficiente como para arrojar luz sobre el punto que
quiero dejar claro en la mente de todo el que lee estas líneas. Confío en que he dicho lo suficiente como para mostrar la inmensa importancia de las conclusiones prácticas con las que ahora termino el capítulo.
1- Absoluta inutilidad de una religión sin Cristo
¿Es Cristo “el todo”? Entonces aprendamos acerca de la absoluta inutilidad de una
religión sin Cristo. Hay demasiados hombres y mujeres bautizados que prácticamente
no saben absolutamente nada acerca de Cristo. Su religión consiste en unas pocas
nociones vagas y expresiones vacías. “Confían en que no son peores que otros.
Ofrendan a su iglesia. Tratan de cumplir con su deber. No le hacen mal a nadie.
Confían en que Dios será misericordioso con ellos. Tienen la esperanza de que el
Todopoderoso perdonará sus pecados y los llevará al cielo cuando mueran”. ¡En eso
consiste la totalidad de su religión!
Pero, qué saben estas personas acerca de Cristo en la práctica? Nada, ¡nada en
absoluto! ¿Qué conocimiento empírico tienen de sus oficios y su obra, su sangre, su
justicia, su mediación, su sacerdocio o su intercesión? Ninguno, ¡ninguno en absoluto!
Pregúnteles acerca de una fe salvadora, pregúnteles acerca de nacer de nuevo del
Espíritu y pregúnteles acerca de ser santificados en Cristo Jesús. ¿Qué respuesta
recibirá? Para ellos, usted es una persona cruel. Les ha hecho preguntas bíblicas
simples. Pero ellos no saben más acerca de ellas, experimentalmente, que un budista o
un mahometano. Y, sin embargo, ¡ésta es la religión de cientos y miles de personas en
todo el mundo que se denominan cristianos!
Si algún lector de este trabajo cabe en esta descripción, le advierto claramente que
tal cristianismo nunca lo llevará al cielo. A simple vista, todo parece ir muy bien. Puede
parecerlo en la sacristía, en el lugar de trabajo, en la Cámara de los Comunes o en las
calles. Pero nunca consolará a nadie. Nunca satisfará su conciencia. Nunca salvará su
alma.
Le advierto claramente que todos los conceptos y teorías acerca de la misericordia
de Dios sin Cristo, son ilusiones sin fundamento y fantasías vacías. Tales teorías son
puramente como ídolos inventados por el hombre, como los superhéroes de los
cuentos infantiles. Son terrenales. Nunca tuvieron su origen en el cielo, son inventos
humanos. El Dios del cielo ha señalado y nombrado a Cristo como el único Salvador y
el único camino para ir al Padre. Dios mismo estipuló que todos los que han de ser
salvos, deben serlo por medio de la fe en Cristo. No hay otro mediador entre Dios y los
hombres. Tome nota el lector de esta advertencia sobre su salvación:
UNA RELIGIÓN SIN CRISTO NO SALVARÁ SU ALMA.
2- Cristo y la salvación
Lector, ¿es Cristo “el todo”? Entonces, sepa que es una locura tremenda confiar
para salvación en cualquiera que no sea Cristo. Hay multitud de hombres y mujeres
bautizados que profesan honrar a Cristo, pero en realidad le hacen gran deshonra. Dan a Cristo un lugar determinado en sus creencias, pero no el que Dios le asignó. Para esas personas, Cristo y él solamente, no es “el todo en todo” para sus almas. ¡No!
Más bien confían en Cristo y la iglesia, Cristo y los sacramentos, Cristo y sus
pastores ordenados, Cristo y su arrepentimiento, Cristo y su propia bondad, Cristo y
sus oraciones, Cristo y su sinceridad y caridad.
Si alguno de mis lectores es un cristiano de este tipo, le advierto claramente que su
religión es una ofensa a Dios. Está cambiando el plan de salvación de Dios por un plan
de su propia invención. Está despojando a Cristo de su trono dándole a otro la gloria
que sólo le corresponde a él.
No me importa quién es el que le enseña creencias como las mencionadas o en base a qué enseñanza usted edifica su fe. Aunque fuera un Papa o cardenal, arzobispo u obispo, decano o archidiácono, presbítero o diácono, episcopal o presbiteriano, bautista o independiente, metodista o hermano libre quien añade algo a la salvación, enseña mal. Cristo es “el todo” en la salvación.
No importa qué es lo que usted agrega a Cristo. Ya se trate de querer pertenecer a
la Iglesia de Roma, o ser episcopal, independiente, o depender de la liturgia, o de la
inmersión; si hace algo de esto, parte de su salvación, actúa fuera del plan de Dios.
Ponga atención a lo que digo. Tenga cuidado de no darle a los siervos de Cristo, el
honor que sólo le corresponde a Cristo. Cuidado con dar a las ordenanzas del Señor, el
honor debido al Señor. Tenga cuidado cuando confía el descanso de su alma a otra cosa que no es Cristo. confíe solamente en Cristo.
3- Cristo como Señor y Salvador
Vuelvo a preguntar: ¿Es Cristo “el todo”? Entonces, todos los que quieren ser salvos
vengan directamente a Cristo. Hay muchos que sólo saben de Cristo lo que han oído y
creen todo lo que se les dice acerca de él. Aceptan que no hay salvación, excepto en Cristo. Reconocen que sólo Jesús puede librarlos del infierno y presentarlos sin mancha delante de Dios.
Pero nunca parecen ir más allá de este conocimiento general. Nunca echan mano de Cristo para beneficio de sus almas. Permanecen en un estado de desear y querer, de sentir y tienen buenas intenciones, pero nunca van más allá. Comprenden lo que queremos decir y saben que es cierto. Tienen la esperanza de que un día obtendrán todos los beneficios de la verdad; pero en la actualidad, no reciben ningún beneficio. El mundo es su “todo”. La política es su “todo”. El placer es su “todo”. Sus negocios son su “todo”. En cambio, Cristo no es “su todo”.
Si alguno de mis lectores se identifica con este tipo de personas, le advierto claramente, que su alma está en mal estado. Usted está yendo derecho al infierno en su condición actual, como Judas Iscariote, Acab o Caín. Créame, tiene que haber fe verdadera en Cristo para salvación o, de lo contrario, Cristo murió en vano. No se trata de mirar el pan que alimenta al hombre hambriento, sino de realmente comerlo. No es contemplar el bote salvavidas, sino entrar en él. No basta con saber y creer que Cristo es un Salvador que puede salvar su alma, a menos que exista una relación auténtica entre usted y él.
Tiene que ser capaz de decir: “Cristo es mi Salvador porque he acudido a Él por fe y lo he aceptado como mi Salvador personal”.
“Gran parte de la fe cristiana”, dijo Lutero, “consiste en la habilidad de utilizar pronombres posesivos. ¡Si tomas de mí la palabra ‘mi’, tomas de mí a Dios!”.
Preste atención al siguiente consejo y actúe en consecuencia. Deténgase y deje de esperar sentimientos imaginarios que nunca llegarán. No dude, creyendo que debe obtener primero al Espíritu y luego acudir a Cristo. Levántese y venga a Cristo tal y como es. Él le espera y está dispuesto a salvarle. Él es el médico designado por Dios para sanar las almas enfermas de pecado. Trate con él como lo haría con su médico acerca de la cura para una enfermedad física. Hable con él directamente y dígale todos sus anhelos.
Decídase a hablar con él hoy mismo y clame pidiendo al Señor Jesús que le dé perdón y paz, como lo hizo al ladrón en la cruz. Dígale a Cristo: “Señor, acuérdate de mí” (Lc. 23:42). Dígale que usted ha oído que él recibe a los pecadores y que usted es uno de ellos. Dígale que quiere ser salvo y pídale que lo salve. No descanse hasta que, realmente, haya probado que el Señor es benigno. Haga esto y si usted actúa realmente en serio, encontrará, tarde o temprano, que “Cristo es el todo”.
4- Confíe en Cristo para recibir más bendiciones
Vuelvo a preguntar: ¿Es Cristo el todo? Entonces trate con él creyendo realmente en
él, apoyándose y confiando en él mucho más de lo que lo ha hecho hasta ahora.
Desafortunadamente, ¡hay muchos hijos de Dios que viven sin gozar de todos sus privilegios! Hay muchas almas cristianas auténticas que se privan de la paz que podrían disfrutar y se privan de sus misericordias.
“Gran parte de la fe cristiana”, dijo Lutero, “consiste en la habilidad de utilizar pronombres posesivos. ¡Si tomas de mí la palabra ‘mi’, tomas de mí a Dios!”.
Preste atención al siguiente consejo y actúe en consecuencia. Deténgase y deje de esperar sentimientos imaginarios que nunca llegarán. No dude, creyendo que debe obtener primero al Espíritu y luego acudir a Cristo. Levántese y venga a Cristo tal y como es. Él le espera y está dispuesto a salvarle. Él es el médico designado por Dios para sanar las almas enfermas de pecado. Trate con él como lo haría con su médico acerca de la cura para una enfermedad física. Hable con él directamente y dígale todos sus anhelos.
Decídase a hablar con él hoy mismo y clame pidiendo al Señor Jesús que le dé perdón y paz, como lo hizo al ladrón en la cruz. Dígale a Cristo: “Señor, acuérdate de mí” (Lc. 23:42). Dígale que usted ha oído que él recibe a los pecadores y que usted es uno de ellos. Dígale que quiere ser salvo y pídale que lo salve. No descanse hasta que, realmente, haya probado que el Señor es benigno. Haga esto y si usted actúa realmente en serio, encontrará, tarde o temprano, que “Cristo es el todo”.
4- Confíe en Cristo para recibir más bendiciones
Vuelvo a preguntar: ¿Es Cristo el todo? Entonces trate con él creyendo realmente en
él, apoyándose y confiando en él mucho más de lo que lo ha hecho hasta ahora.
Desafortunadamente, ¡hay muchos hijos de Dios que viven sin gozar de todos sus privilegios! Hay muchas almas cristianas auténticas que se privan de la paz que podrían disfrutar y se privan de sus misericordias.
Hay muchos que tienen fe, la obra del Espíritu Santo en sus corazones o a Cristo, pero sin sentirlo, sin que sea parte de sus sentimientos y, por ello, no alcanzan la plenitud del evangelio de paz. Hay muchos que progresan poco en su búsqueda de la santidad y brillan con una luz muy tenue. ¿Y a qué se debe todo esto? Simplemente a que de cada veinte personas, diecinueve no dejan que Cristo sea el todo en todo.
Quiero hacer un llamamiento a cada creyente: Le ruego por su propio bien, que se
asegure de que Cristo sea realmente su todo en todo. Renuncie a todo lo que tiene, a
sus propias ideas, sus prejuicios, su egoísmo y todos los demás estorbos para que Cristo
sea “el todo en todo” (ver Mt. 16:24, Lc. 14:33).
¿Tiene fe? Es una bendición inestimable. Bienaventurado el que está dispuesto y
ansioso por confiar en Jesús. Pero, asegúrese de que su fe no ocupe el lugar de Cristo.
No descanse en su propia fe, sino en Cristo.
¿Ha obrado el Espíritu en su alma? Gracias a Dios por ello. Es una obra que jamás
puede ser desechada. Pero, ¡cuidado, no sea que, sin darse cuenta, esté haciendo un
Cristo de la obra del Espíritu! No dependa de la obra del Espíritu para su salvación,
sino de la obra de Cristo.
¿Tiene sentimientos interiores de fe y experiencia de la gracia? Gracias a Dios por
ello. Hay miles de personas que no tienen más sentimiento espiritual que un gato o un
perro. Pero, ¡tenga cuidado, no sea que haga un Cristo de sus sentimientos y
sensaciones! Estos no son cosas seguras porque dependen de nuestro estado de ánimo, nuestro entorno y nuestras circunstancias externas. Descanse sólo en Cristo.
Aprenda, le suplico, a parecerse cada vez más al gran objeto de su fe, Jesucristo, y a
mantener sus ojos en él. Haciendo esto, descubrirá que va creciendo en la fe y todas las demás gracias, aunque el crecimiento puede ser imperceptible en el momento. El
arquero habilidoso que quiere exhibir su destreza no mira la flecha, sino el blanco. ¡Me
temo que, por desgracia, hay todavía una gran dosis de orgullo e incredulidad
arraigada en el corazón de muchos creyentes! Pocos parecen darse cuenta de lo mucho que necesitan un Salvador. Al parecer, son pocos los que entienden cuánto le deben.
Pocos parecen comprender cuánto lo necesitan cada día. Pocos son los que saben lo
sencilla que es la fe de un niño y, por ende, no pueden confiarle sus almas. ¡Pocos
parecen tener conciencia de cuánto les ama el Señor y lo dispuesto que está a ayudar a los pobres y a los débiles! Y pocos, consecuentemente, conocen la paz y la alegría, la fuerza y el poder para vivir la vida santa que se encuentra en Cristo.
Lector, si su conciencia le dice que es culpable, cambie de rumbo, cámbielo y aprenda a confiar más en Cristo. A los médicos les encanta ver a los pacientes que vienen a consultarlos; su consultorio es para recibir a los enfermos y, si es posible, sanarlos de su enfermedad. Al abogado defensor le encanta desempeñar su vocación. El esposo es feliz cuando su esposa confía en él y reconoce su papel como cabeza del hogar; se deleita en atenderla y promover su comodidad. Y a Cristo le encanta que su pueblo se apoye en él, que descanse en él, que recurra a él y que permanezca en él.
Aprendamos y esforcémonos por vivir cada vez más unidos a Cristo. Vivamos en
Cristo. Vivamos a Cristo. Vivamos con Cristo. Vivamos para Cristo. Solo así,
Quiero hacer un llamamiento a cada creyente: Le ruego por su propio bien, que se
asegure de que Cristo sea realmente su todo en todo. Renuncie a todo lo que tiene, a
sus propias ideas, sus prejuicios, su egoísmo y todos los demás estorbos para que Cristo
sea “el todo en todo” (ver Mt. 16:24, Lc. 14:33).
¿Tiene fe? Es una bendición inestimable. Bienaventurado el que está dispuesto y
ansioso por confiar en Jesús. Pero, asegúrese de que su fe no ocupe el lugar de Cristo.
No descanse en su propia fe, sino en Cristo.
¿Ha obrado el Espíritu en su alma? Gracias a Dios por ello. Es una obra que jamás
puede ser desechada. Pero, ¡cuidado, no sea que, sin darse cuenta, esté haciendo un
Cristo de la obra del Espíritu! No dependa de la obra del Espíritu para su salvación,
sino de la obra de Cristo.
¿Tiene sentimientos interiores de fe y experiencia de la gracia? Gracias a Dios por
ello. Hay miles de personas que no tienen más sentimiento espiritual que un gato o un
perro. Pero, ¡tenga cuidado, no sea que haga un Cristo de sus sentimientos y
sensaciones! Estos no son cosas seguras porque dependen de nuestro estado de ánimo, nuestro entorno y nuestras circunstancias externas. Descanse sólo en Cristo.
Aprenda, le suplico, a parecerse cada vez más al gran objeto de su fe, Jesucristo, y a
mantener sus ojos en él. Haciendo esto, descubrirá que va creciendo en la fe y todas las demás gracias, aunque el crecimiento puede ser imperceptible en el momento. El
arquero habilidoso que quiere exhibir su destreza no mira la flecha, sino el blanco. ¡Me
temo que, por desgracia, hay todavía una gran dosis de orgullo e incredulidad
arraigada en el corazón de muchos creyentes! Pocos parecen darse cuenta de lo mucho que necesitan un Salvador. Al parecer, son pocos los que entienden cuánto le deben.
Pocos parecen comprender cuánto lo necesitan cada día. Pocos son los que saben lo
sencilla que es la fe de un niño y, por ende, no pueden confiarle sus almas. ¡Pocos
parecen tener conciencia de cuánto les ama el Señor y lo dispuesto que está a ayudar a los pobres y a los débiles! Y pocos, consecuentemente, conocen la paz y la alegría, la fuerza y el poder para vivir la vida santa que se encuentra en Cristo.
Lector, si su conciencia le dice que es culpable, cambie de rumbo, cámbielo y aprenda a confiar más en Cristo. A los médicos les encanta ver a los pacientes que vienen a consultarlos; su consultorio es para recibir a los enfermos y, si es posible, sanarlos de su enfermedad. Al abogado defensor le encanta desempeñar su vocación. El esposo es feliz cuando su esposa confía en él y reconoce su papel como cabeza del hogar; se deleita en atenderla y promover su comodidad. Y a Cristo le encanta que su pueblo se apoye en él, que descanse en él, que recurra a él y que permanezca en él.
Aprendamos y esforcémonos por vivir cada vez más unidos a Cristo. Vivamos en
Cristo. Vivamos a Cristo. Vivamos con Cristo. Vivamos para Cristo. Solo así,
demostraremos que tenemos plena consciencia de que “Cristo es el todo”. Al hacerlo,
sentiremos una gran paz, y alcanzaremos más de esa santidad, “sin la cual nadie verá
al Señor”. Hebreos 12:14
sentiremos una gran paz, y alcanzaremos más de esa santidad, “sin la cual nadie verá
al Señor”. Hebreos 12:14
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