"De las misericordias de Jehová haré memoria, de las alabanzas de Jehová, conforme a todo lo que nos ha dado". Isaías 63.7
¿Y no puedes tú hacer lo mismo? ¿No has experimentado alguna vez las misericordias de Dios? Aunque ahora estés triste, ¿puedes olvidar aquella bendita hora cuando Jesús te halló y te dijo: "Ven a mí"? ¿No puedes recordar aquel glorioso momento cuando él rompió tus grillos, cuando arrojó al suelo tus cadenas y te dijo: "Vine para romper tus ligaduras y dejarte en libertad"? Si el amor de tu desposorio cayó en el olvido, ¿no habrá por ventura, en el camino de tu vida algún mojón, en el que pueda leerse una inscripción que te recuerde la misericordia que Jesús tuvo contigo? ¡Qué! ¿nunca tuviste una enfermedad semejante a la que estás sufriendo ahora? ¿Y no te curó Él? ¿Nunca antes fuiste pobre? ¿Y no suplió Jesús todas tus necesidades? ¿Nunca antes estuviste en aprietos? ¿Y no te libró Él? ¡Levántate! Ve al río de tu experiencia, arranca unos cuantos juncos y haz con ellos una arquilla en la cual tu fe infantil pueda flotar confiadamente sobre la superficie de las aguas. No olvides lo que Dios ha hecho por ti. Repasa el libro de tu memoria y considera los días antiguos. ¿No puedes recordar el monte de Mizar? ¿Nunca te halló el Señor en el monte Hermón? ¿Nunca has subido a las montañas de las Delicias? ¿Nunca has sido socorrido en tiempos de necesidad? Sí, tú has experimentado estas cosas. Echa una mirada retrospectiva a las preciosas bendiciones de ayer, y si los momentos por los cuales pasas ahora son oscuros, enciende las lámparas del pasado, ellas brillarán en medio de las tinieblas y tú estarás confiado en el Señor hasta que amanezca el día y huyan las sombras. "Acuérdate, Señor, de tus conmiseraciones y de tus misericordias, que son perpetuas".
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