"Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo...", Colosenses 1:24
El obrero cristiano tiene que ser un "mediador" santo y estar tan identificado con su Señor y con la
realidad de su redención, que Cristo pueda llevar continuamente su vida creadora a través de él. No me
estoy refiriendo a la recia personalidad de un individuo impuesta sobre otro; sino a la presencia real de
Cristo que se manifiesta en todas las áreas de la vida del obrero. Cuando predicamos los hechos históricos
de la vida y muerte de nuestro Señor, según el relato escrito del Nuevo Testamento, nuestras palabras se
vuelven sagradas. Sobre la base de su redención, Dios las utiliza para producir en los que escuchan algo
que no podría ser creado de otra manera. Si únicamente predicamos los efectos de la redención en la vida
humana, en lugar de la divina verdad revelada acerca de Jesucristo, el resultado en los oyentes no será el
nuevo nacimiento, sino un refinado y religioso estilo de vida. Y el Espíritu de Dios no puede dar
testimonio de esto porque semejante predicación se encuentra en un reino diferente al suyo. Debemos
tener cuidado de vivir en una armonía tan vital con Dios que a medida que proclamamos su verdad Él
pueda producir en otros lo que únicamente Él es capaz de hacer.
Cuando decimos: "¡Qué personalidad tan impactante!" "¡Qué persona tan fascinante!" "¡Qué percepción
tan maravillosa!" ¿Qué efectividad puede tener el Evangelio de Dios en medio de todo eso? No puede
tener ninguna, porque la atracción es hacia el mensajero y no hacia el mensaje. Si una persona es atractiva
por su personalidad, el llamamiento a las almas estará dentro de esos límites. Sin embargo, si ella se
identifica con el Señor, entonces el llamado se fundamenta en lo que Jesucristo puede hacer. El peligro
está en glorificar a los hombres. Pero Jesucristo dice que es solamente a Él a quien debemos exaltar.
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