"Sabemos, además, que a los que aman a Dios, todas las cosas los ayudan a bien", Romanos 8:28
Las circunstancias en la vida del creyente son ordenadas por Dios y en ellas por lo tanto no existe la
casualidad. Él te introduce providencialmente en determinadas circunstancias que de ninguna manera
puedes comprender; sólo el Espíritu Santo las entiende. Dios te lleva a ciertos lugares y te coloca entre
ciertas personas y situaciones para lograr en ti un propósito determinado, a través del Espíritu. Nunca
levantes tu mano frente a tus circunstancias para decir: "Yo mismo voy a dirigir y controlar este asunto.
Voy a vigilar esto de cerca y a protegerme de aquello". Debido a que todas tus circunstancias están en las
manos de Dios, nunca debes pensar que son anormales. Tu función dentro de la oración intercesora no es
entrar en la agonía de la intercesión. Tu parte es aprovechar las circunstancias y las personas comunes
entre las que Dios te coloca providencialmente, para llevarlas ante su trono y el Espíritu que está en ti tendrá
la oportunidad de interceder por ellas. De esta manera Dios tocará al mundo entero por medio de sus
santos.
¿Estoy obstaculizando la obra del Espíritu de Dios al no ser específico, o al tratar de hacer su obra por Él?
Debo cumplir la parte humana de la intercesión, aprovechando las circunstancias en que me encuentro y
la gente con la que entro en contacto. Debo guardar mi vida consciente como un santuario para el Espíritu
Santo. Entonces, a medida que presento a las diferentes personas delante de Dios, el Espíritu Santo
intercede por ellas.
Tus oraciones de intercesión nunca podrán ser las mías, ni las mías tuyas, pero el Espíritu mismo
intercede por nosotros en nuestras vidas particulares (ver Romanos 8:26). Sin esta intercesión otras
personas se empobrecerán.
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