"¿O ignoráis...que no sois vuestros?" 1 Corintios 6:19
No existe algo como la vida privada - un mundo dentro del mundo - para el hombre o la mujer que ha
sido llamado a participar de los sufrimientos de Jesucristo. Dios rompe la vida privada de sus santos y la
convierte en dos vías públicas: una para Él y otra para el mundo. Ningún ser humano puede soportarlo a
menos que se identifique con Jesucristo. Dios no nos santifica para nosotros mismos. Como somos
llamados a la comunión del Evangelio, a veces se presentan situaciones que no tienen nada que ver con
nosotros.
Pero Dios nos está llevando a la comunión con Él. Déjalo hacer su voluntad. Si te rehúsas, no serás de
ningún valor para Él en su obra redentora por el mundo. Serás un estorbo, una piedra de tropiezo.
Lo primero que Dios hace es fundamentarnos en la dura realidad, hasta que no nos interese lo que pueda
pasarnos individualmente, con tal de que logre hacer su voluntad con respecto al propósito de su
redención. ¿Por qué no sufriremos quebrantamientos de corazón? Por medio de esas puertas Dios está
abriendo camino de comunión con su Hijo. La mayoría de nosotros cae y desfallece ante el primer golpe
doloroso. Nos sentamos en el umbral del propósito de Dios y nuestra luz se va extinguiendo por la
autocompasión, con la ayuda de toda la supuesta compasión cristiana de otras personas en nuestro lecho
de muerte. Pero Dios no hará lo mismo. Él se acerca y nos aprieta con la mano herida de su Hijo,
diciendo: "Entra en comunión conmigo; levántate y resplandece", Is.51:1,2. Si por medio de un corazón
quebrantado Dios puede llevar a cabo sus propósitos en este mundo, entonces, ¿Por qué no darle gracias
por haber quebrantado el mío?
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