"Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros seamos justicia de Dios en Él", 2 Corintios 5:21
El pecado implica un vínculo fundamental. No es hacer lo malo, sino ser malo, una deliberada y decidida
independencia de Dios. La fe cristiana lo basa todo en la extrema y categórica naturaleza pecaminosa.
Otras creencias se ocupan de los pecados; pero solamente la Biblia se ocupa del pecado. Lo primero que
Jesucristo enfrentó en la gente fue la herencia pecaminosa. Y como esto lo hemos pasado por alto en
nuestra predicación, el mensaje del Evangelio ha perdido su aguijón y su poder explosivo.
La verdad revelada de la Biblia no es que Jesucristo tomó sobre sí los pecados de nuestra carne, sino la
herencia pecaminosa, la cual ningún hombre puede siquiera tocar. Dios "hizo pecado" a su propio Hijo
para poder hacer del pecador un santo. A lo largo de toda la Biblia se revela que nuestro Señor tomó sobre
sí el pecado del mundo porque se identificó con nosotros y no porque simpatizó con nosotros. Él
deliberadamente cargó sobre sus hombros y llevó en su cuerpo todo el pecado acumulado de la raza
humana. El que no conoció pecado, por nosotros se hizo pecado. Y de esta manera colocó a todos los
hombres sobre la única base de la redención. Jesucristo reconcilió a la humanidad, poniéndola de nuevo
donde Dios había planeado que estuviera. Y ahora cualquiera puede experimentar esa reconciliación, pues
es llevado a una unión con Dios sobre la base de lo que nuestro Señor hizo en la cruz.
Un hombre no puede redimirse a sí mismo. La redención es la obra absolutamente terminada y completa
de Dios, y su aplicación en las personas depende de la acción individual, de la respuesta de cada uno.
Siempre debemos distinguir entre la verdad revelada de la redención y la experiencia consciente de la
salvación que vive una persona.
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