"Pero sin fe es imposible agradar a Dios", Hebreos 11:6
La fe en antagonismo al sentido común se convierte en fanatismo y el sentido común en antagonismo a la fe es puro racionalismo. La vida de fe los coloca ambos elementos en la relación apropiada. El sentido común y la fe son tan
diferentes como la vida natural de la espiritual y como la impulsividad de la inspiración. Nada de lo que
dijo Jesucristo fue producto del sentido común, sino del sentido de la revelación y, por lo tanto, llega a los
lugares donde el sentido común no puede. Sin embargo, la fe debe ser puesta a prueba antes de que sea
real en tu vida. Sabemos, además, que a los que aman a Dios "todas las cosas los ayudan a bien",
Romanos 8:28. Entonces, no importa lo que suceda, el poder transformador de la providencia de Dios
convierte en realidad la fe auténtica. La fe siempre actúa de manera personal, porque el propósito de Dios
es que la fe genuina se vuelva real en sus hijos.
Para cada detalle del sentido común de la vida hay una verdad que Dios ha revelado y que nos permite
poner a prueba en nuestra experiencia práctica lo que creemos de Él. La fe es un principio
extremadamente activo que siempre coloca a Jesucristo primero. La vida de fe dice: "Señor, Tú lo has
dicho. Parece una locura, pero voy a lanzarme, confiando en tu Palabra" (por ejemplo, Mateo 6:33).
Siempre y no algunas veces, es una lucha convertir la fe intelectual en nuestra posesión personal. Dios
nos pone en circunstancias que educan nuestra fe, porque la naturaleza de la fe es que el objeto de ella se
vuelva real. Antes de conocer a Jesús, Dios es sólo un concepto y no podemos tener fe en Él. Pero, tan pronto oímos que Jesús dice: "El que me ha visto a mí ha visto al Padre", Juan 14:9, tenemos algo real y
nuestra fe no tiene límites. La fe es toda la persona en una relación correcta con Dios por el poder del
Espíritu de Jesucristo.
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