"Bienaventurados los pobres en espíritu", Mateo 5:3
El Nuevo Testamento repara en elementos que desde nuestro punto de vista no parecen tener la
importancia. Bienaventurados los pobres en espíritu significa literalmente: “Benditos los indigentes”.
¡Algo excesivamente común! La predicación actual tiende a hacer énfasis en la fuerza de voluntad o en la
belleza del carácter de una persona; es decir, en lo que se nota con facilidad. La frase que oímos con tanta
frecuencia: “Decídete por Cristo”, resalta algo en lo cual nuestro Señor nunca confió. Nunca nos pide que
nos decidamos por Él, sino que nos rindamos a Él, un asunto muy diferente. En la base del reino de
Jesucristo está la hermosura genuina de quienes son comunes y corrientes. En lo que yo soy bendecido es
en mi pobreza. Si no tengo fuerza de voluntad ni soy noble en mi naturaleza, entonces Jesús me dice:
“Bendito eres porque debido a tu pobreza puedes entrar en mi reino”. No puedo entrar por mi propia
bondad. Sólo puedo entrar como un indigente.
Nosotros nunca somos conscientes en nuestra vida de la verdadera hermosura de carácter que cuenta para
Dios. Ejercer una influencia deliberada implica que me estoy apoyando en mi propia bondad, lo cual es
contrario a ser cristiano. Cuando me pregunto si seré de alguna utilidad para Dios, enseguida pierdo la
belleza y frescura del toque del Señor. "El que cree en mí... de su interior brotarán ríos de agua viva",
Juan 7:38. Si examino el agua que corre, pierdo el toque del Señor.
¿Quiénes son los que han influido más en nosotros? Con seguridad no quienes pensaban que lo hacían,
sino aquellos que no tenían ni la más remota idea de que lo estaban haciendo. En la vida cristiana la
influencia espiritual nunca se ejerce de manera consciente. Si lo hacemos, entonces perdemos la
hermosura genuina que caracteriza al toque de Jesús. Siempre sabemos cuando Él está obrando porque
hace de lo común y corriente algo inspirador.
No hay comentarios:
Publicar un comentario