"Venid a mí...", Mateo 11:28
Dios quiere que vivamos una vida plena en Cristo Jesús, pero, como en ocasiones esa vida es atacada
desde el exterior, caemos en un estado de introspección, un hábito que creíamos había desaparecido. La
conciencia de nosotros mismos es lo primero que trastorna la plenitud de nuestra vida en Dios y lo que
continuamente nos produce un sentimiento de lucha y confusión. Ser consciente de mi mismo no es un
pecado. Este sentimiento se puede producir debido a que tengo un temperamento nervioso o por tener que
enfrentar repentinamente nuevas circunstancias. Sin embargo, la voluntad de Dios es que estemos
absolutamente completos en Él, nada menos. Cualquier situación que perturbe nuestro descanso en Él
debe ser inmediatamente rectificada, lo cual no se logra ignorándola, sino acudiendo a Jesucristo. Si lo
hacemos y le pedimos que cree en nosotros una conciencia suya, el Señor siempre lo hará hasta que
aprendamos a permanecer en Él.
Nunca dejes de enfrentar aquello que destruye la unidad de tu vida con Cristo. Cuídate de permitir que la
influencia de los amigos o las circunstancias dividan tu vida. Esto solamente sirve para minar tu fortaleza
y retrasar tu desarrollo espiritual. Evita cualquier cosa que divida tu unidad con Él y te haga ver a ti
mismo de manera separada. Nada es tan importante como mantenerse bien espiritualmente. Y la única
solución es muy sencilla: Venid a mí. Estas palabras prueban la profundidad de nuestra realidad
intelectual, moral y espiritual como personas. Sin embargo, en cada caso en que no somos hallados reales,
preferimos discutir en lugar de ir a Jesús.
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