"Los secretos del SEÑOR son para los que le temen... El SEÑOR brinda su amistad a quienes lo honran", Salmo 25:14
¿Qué es lo que identifica a un amigo? ¿Que te cuenta sus pesares secretos? No, sino que te confía sus
alegrías íntimas. Muchos te hablarán de sus tristezas ocultas, pero la máxima señal de intimidad es la de
confiar las alegrías secretas. ¿Alguna vez le hemos permitido a Dios que nos cuente alguno de sus gozos?
¿O le estamos contando nuestros secretos con tanta frecuencia que no le damos tiempo para hablarnos? Al
comienzo de nuestra vida cristiana estamos llenos de peticiones; pero luego descubrimos que Dios quiere
que entremos en una relación íntima con Él, que entremos en contacto con sus propósitos. ¿Estamos tan
estrechamente unidos al concepto que tenía Jesucristo sobre la oración — Hágase tu voluntad — que
podemos discernir los secretos divinos? Dios nos resulta tan precioso no tanto por sus grandes
bendiciones, sino por las pequeñas, pues ellas demuestran su maravillosa intimidad con nosotros. Él
conoce cada detalle de nuestra vida personal.
"Él le enseñara el camino que ha de escoger", Salmo 25:12. Inicialmente queremos tener la conciencia de
que Dios nos está guiando. Pero, con el tiempo vivimos tan conscientes de Él, que ni siquiera necesitamos
preguntarle cuál es su voluntad, pues la idea de escoger algo distinto a lo que Él quiere, no cruza por
nuestra mente. Si somos salvos y santificados, Dios nos guía por medio de nuestras decisiones
cotidianas y, si vamos a elegir algo contrario a su voluntad, Él nos redargüirá y nosotros debemos
obedecer. Siempre que dudes, para de inmediato. Nunca discutas ni te preguntes: "¿Por qué no puedo
hacerlo?" Dios nos instruye con respecto a lo que escogemos, es decir, guía nuestro sentido común y así
ya no obstaculizamos más a su Espíritu preguntando continuamente: "Entonces, Señor, ¿cuál es tu
voluntad?"
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