"...por ver si alcanzo aquello para lo cual fui también alcanzado de Cristo Jesús", Filipenses 3:12
Nunca elijas ser un obrero de Dios; pero una vez que recibas su llamado, ¡ay de ti si te apartas a la
derecha o a la izquierda! No estamos aquí trabajando para Dios por elección propia, sino porque Él nos ha
"agarrado". Y, una vez que lo ha hecho, nunca pensamos: "Bueno, en realidad no soy apto para esto".
Dios también determina lo que vas a predicar y no es por la motivación de tus inclinaciones o deseos
naturales. Mantén tu alma en una firme relación con Él y recuerda que fuiste llamado no sólo a testificar,
sino también a predicar el Evangelio. Todo cristiano debe dar testimonio de la verdad de Dios. Pero,
cuando se trata del llamamiento a predicar, debes sentirte fuertemente asido por la mano de Dios. Él ha
tomado tu vida con este único propósito. ¿Cuántos de nosotros hemos sido agarrados así?
Nunca atenúes la palabra de Dios; predícala sin adulterar su severidad. Tu lealtad a ella debe ser
inquebrantable. Sin embargo, cuando tengas un trato personal con tus semejantes, recuerda quién eres tú:
no un ser especial creado en el cielo, sino un pecador salvado por gracia. "Hermanos, yo mismo no hago
cuenta de haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago : olvidando ciertamente lo que queda atrás y
extendiéndome a lo que está delante, prosigo al blanco, al premio del soberano llamamiento de Dios en
Cristo Jesús", Filipenses 3:13-14.
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