"Pero esta hora y el poder de las tinieblas son vuestros", Lucas 22:53
No admitir la realidad del pecado acarrea todos los desastres de la vida. Puedes hablar de las nobles
virtudes de la naturaleza humana, pero hay algo en ella que se burlará descaradamente de cualquier ideal
que tengas. Si te niegas a aceptar el hecho de que existen la maldad, el egoísmo y algo muy maligno y
equivocado en los seres humanos, cuando ataquen tu vida, transigirás y afirmarás que es inútil luchar en
su contra. ¿Has aceptado esta hora y el poder de las tinieblas, o tienes un concepto de ti mismo que te
impide por completo admitir el pecado? ¿Reconoces su existencia en tus relaciones y amistades? Si no, el
pecado te sorprenderá a la vuelta de la esquina y vas a transigir con él. Pero si lo admites como un hecho,
en seguida te darás cuenta del peligro y dirás: "Sí, veo lo que esto implicaría". Reconocer el pecado no
destruye la base de la amistad, sencillamente establece un respeto mutuo por el hecho de que el principio
fundamental de la vida tiene un carácter trágico. Guárdate siempre de un concepto de la vida en el que no
se reconozca la existencia del pecado.
Jesucristo nunca se fió de la naturaleza humana, pero jamás fue pesimista porque confiaba totalmente en
lo que Él podía hacer por esa naturaleza. Los hombres y mujeres puros son los que están protegidos del peligro, no los inocentes. Tú nunca puedes estar seguro con un ser humano que se autoproclame inocente.
A los hombres y mujeres no les corresponde ser inocentes: Dios exige que sean puros y virtuosos. La
inocencia es la característica de un niño. Toda persona es culpable si no está dispuesta a reconocer la
realidad del pecado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario