"Porque con el juicio con que juzgáis seréis juzgados y con la medida con que medís se os medirá", Mateo 7:2
Esta declaración no es una suposición caprichosa, sino una ley eterna de Dios. Con cualquier juicio que
juzgues serás juzgado. Hay una diferencia entre represalia y retribución. Jesús dijo que la base de la vida
es la retribución: y con la medida con que medís se os medirá. Si has sido perspicaz para descubrir los
defectos de otras personas, recuerda que esta será la medida exacta con que serás medido. La vida te devuelve la moneda con que pagas. Esta ley eterna rige desde el trono de Dios hacia abajo (ver Salmo
18:25-26).
Romanos 2 la aplica de una manera aún más precisa al decir que quien critica a otro es culpable
exactamente de lo mismo. Dios no mira tan sólo el acto, sino también la posibilidad de cometerlo, es decir
lo que está en nuestro corazón. Para comenzar, aceptemos que no creemos las afirmaciones de la Biblia.
Por ejemplo, ¿creemos la afirmación de que criticamos en otras personas las mismas cosas de las cuales
somos culpables? La razón por la que vemos en otros hipocresía, engaño y falta de autenticidad es porque
todo eso existe en nuestro propio corazón. La mayor característica de un santo es la humildad, la cual es
evidente cuando somos capaces de decir honesta y humildemente: "Sí, todas esas y otras maldades se
habrían manifestado en mí si no fuera por la gracia de Dios. Por lo tanto, no tengo derecho a juzgar".
Jesús dijo: "No juzguéis, para que no seáis juzgados", Mateo 7:1. Si juzgas, serás juzgado exactamente de
la misma manera. ¿Quién de nosotros se atrevería a pararse delante de Dios, diciéndole: "Dios mío,
júzgame como yo he juzgado a otros"? Hemos juzgado a nuestro prójimo como pecador. Si
Dios nos juzgara de la misma forma, estaríamos en el infierno. Sin embargo, Él nos juzga teniendo como
fundamento la maravillosa expiación de Jesucristo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario