"No juzguéis, para que no seáis juzgados", Mateo 7:1
La instrucción de Jesús en cuanto a juzgar a otros es muy sencilla: "No lo hagas". El cristiano promedio
es uno de los individuos más mordazmente criticones que se conozca. La crítica hace parte de las
actividades ordinarias del ser humano, pero en el reino espiritual nada se logra con ella. El efecto de la
crítica es que divide las fuerzas de quien es criticado. El Espíritu Santo es el único que puede criticar; y
solamente Él es capaz de demostrar lo que está mal, sin lastimar ni herir. Es imposible participar en la
comunión con Dios cuando tienes una actitud de crítica. Ser crítico te vuelve duro, vengativo y cruel, te
deja el sentimiento lisonjero de que eres alguien superior. Jesús dice que, como eres su discípulo, debes
cultivar la actitud de no criticar, la cual no se consigue una vez y para siempre. Debes guardarte de todo
lo que te hace sentir una persona superior.
No puedo escaparme de la perspicacia de Jesús en mi vida. Si veo una paja en tu ojo, quiere decir que
tengo una viga en el mío (ver Mateo 7:3-5). Cada cosa mala que veo en ti, Dios la descubre en mí. Cada
vez que juzgo, me condeno a mí mismo (ver Romanos 2:17-24). No sostengas más la vara para medir a
los demás. Siempre hay por lo menos un hecho que ignoramos en cada una de las situaciones de las
personas. Lo primero que hace Dios es limpiarnos espiritualmente de manera profunda. Después de eso
no existe la posibilidad de que quede orgullo en nosotros. Cuando comprendo lo que hay en mí, aparte de
la gracia de Dios, no queda nadie por quien pueda perder la esperanza o considerarlo como un caso
perdido.
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