"¡Si tú también hubieras sabido en este día lo que conduce a la paz! Pero ahora está oculto a tus ojos", Lucas 19:42
Cuando Jesús entró triunfante a Jerusalén, la ciudad se conmovió profundamente. Pero había un dios
extraño allí: el orgullo del fariseísmo, el cual era muy recto y religioso. Sin embargo, Jesús lo comparó
con los sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, pero por dentro están
llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia (Mateo 23:27).
¿Qué es lo que te ciega a la paz de Dios en este tu día? ¿Tienes un dios extraño que no es un monstruo
repulsivo, sino una inclinación que gobierna tu vida? Más de una vez Dios me ha puesto cara a cara con el
dios ajeno. Yo sabía que debía abandonarlo, pero no lo hice. A duras penas pasé la crisis sólo para
encontrarme a mí mismo todavía reteniendo la posesión de ese dios. Y estoy ciego a lo que conduce a mi
paz. Nosotros podemos estar en el lugar donde el Espíritu de Dios debería llegar hasta nosotros sin
ninguna dificultad, pero es terrible que allí mismo es donde aumentamos nuestra culpabilidad frente a
Dios.
Si tú también hubieras sabido. Dios va directo al corazón, y en el fondo vemos las lágrimas de Jesús.
Estas palabras implican una responsabilidad por nuestras faltas, pues Dios nos considera responsables por
lo que no vemos. Ahora está oculto a tus ojos, porque nunca has rendido completamente ante Él tu
naturaleza pecaminosa. ¡Oh, insondable tristeza por lo que "pudo haber sido"! Dios nunca abre las puertas
que se han cerrado. Él abre otras nuevas, pero nos recuerda que hay puertas que nosotros cerramos, lo
cual jamás necesitamos hacer. Nunca temas cuando Dios te recuerde el pasado. Deja que tu memoria obre
en ti. Ella actúa como un ministro de Dios que te trae reprensión y tristeza. Él convertirá lo que "pudo
haber sido" en una maravillosa lección de crecimiento para el futuro.
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