No es de sorprender que el capítulo 8 comience con una manifestación del gran anhelo de la Palabra entre estas personas en Jerusalén. Fíjese usted en que esta da la impresión de ser una reunión espontánea, pues no se habían enviado invitaciones ni se había notificado públicamente. Las personas estaban enormemente ansiosas de recibir respuesta a sus problemas y a tener principios de la Palabra de Dios, reuniéndose por un solo acuerdo en esta gran plaza ante la Puerta del Agua. Pidieron al sacerdote Esdras que trajese consigo la Ley del Señor y que se la leyese al pueblo. Sin duda esta sería todo el Pentateuco, los primeros cinco libros de la Biblia. Esto indica el tremendo deseo de este pueblo de la verdad. ¡Escucharon, estando en pie, desde el amanecer hasta el atardecer! Sin duda esta enorme atención indica lo profundamente conscientes que eran de su ignorancia acerca de la vida y cuánto necesitaban respuestas de Dios; estaban sencillamente pidiendo a gritos la Palabra. El sacerdote Esdras, el autor del libro de Esdras, aparece por primera vez en el libro de Nehemías. Trece años antes había dirigido el regreso desde Persia para reconstruir el Templo y para enseñar la Ley de Dios. Aparentemente había estado ocupado en esa tarea durante todo ese tiempo de la reconstrucción del muro. Pero cuando el pueblo acabó el trabajo, se mostró desesperado por escuchar la Palabra de Dios, de manera que mandaron llamar a Esdras para que les dirigiese. Me da la impresión a mí de que hemos llegado de nuevo a un tiempo como este. El profeta Amós predijo que habría hambre en el mundo de la Palabra de Dios. De hecho habría personas que estarían realmente desesperadas por recibir contestaciones a los problemas de la vida. Yo encuentro por todas partes una gran hambre entre las personas que no tienen iglesia de escuchar la Palabra de Dios. Dondequiera que se enseña con cualquier grado de entendimiento, se sienten de inmediato atraídos por ella. En Singapur me invitaron a hablar a un grupo de jóvenes profesionales chinos. Se reunieron unos cuarenta o cincuenta doctores, abogados, ingenieros y otros en unos apartamentos de muchos pisos en la ciudad. Al abrirles yo la Biblia, no tardé en descubrir que estaban totalmente fascinados por ella. Cuando tenía que marcharme para acudir a otra cita, muchos de ellos se reunieron en el ascensor conmigo y otros bajaron en otros ascensores hasta el vestíbulo, haciéndome preguntas durante todo el trayecto. Me metí en el coche, y cuando nos estábamos poniendo en marcha, corrieron junto a nosotros, haciéndome preguntas a través de las ventanillas abiertas. No me he olvidado nunca de esa manifestación de hambre de la Palabra de Dios entre personas a las que no se les había enseñado las Escrituras. Cuando se abre la Palabra, las personas empiezan a entenderse a sí mismas. Cuando conocemos a Dios empezamos a entendernos a nosotros mismos, porque hemos sido creados a la imagen de Dios. Estas personas en Jerusalén no tardaron en aumentar en su conocimiento de sí mismas al comenzar a verdaderamente anhelar la Palabra de Dios. La gran tragedia de nuestros días son las pocas iglesias que parecen entender este poder de las Escrituras.
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Aplicación a la vida |
Cuando nuestras almas no están suficientemente alimentadas y padecemos de indigestión espiritual, ¿acudimos a la Palabra de Dios para alimentar y restaurar nuestra integridad? |
Versículo para hoy:
domingo, 15 de agosto de 2021
15 de agosto - Hambre de la Palabra - Ray Stedman
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