Dudo que haya una sola persona que
no se de cuenta, en lo más hondo de su corazón, de que al final de la vida
tenemos que rendir cuentas. Tendremos que estar ante la presencia del Señor
nuestro Hacedor. No hace diferencia alguna si somos cristianos como si no lo
somos, porque sea cual fuere la relación que tenemos con Él, todos nosotros
nos encontraremos cara a cara con el Señor mismo. Él se encuentra al final de
cada uno de los caminos que sigamos hoy, y tendremos que llegar por fin al
día en que nos veremos obligados a dar cuenta de nuestra vida. No podemos evitar preguntarnos a
nosotros mismos cómo nos irá en ese día. ¿Podré yo pasar esa prueba
inconsciente a la que se refiere Jesús en Mateo 25, cuando juzgará a las
naciones y dividirá a las ovejas a Su mano derecha y las cabras a Su
izquierda? Le dirá a las personas a Su derecha: “Venid, benditos de mi Padre,
heredad el Reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo” (Mateo
25:34). ¿Por qué? “Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me
disteis de beber; fui forastero y me recogisteis; estuve desnudo y me
vestisteis; enfermo y me visitasteis; en la cárcel y fuisteis a verme” (Mateo
25:35-36). ¿Recuerda usted la reacción de ellos? “Señor, cuándo sucedió esto?
Nosotros ni siquiera fuimos conscientes de ello. No recordamos haberte visto
ni nos acordamos de haber hecho estas cosas”. Entonces les dirá a los a Su
izquierda: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno”. ¿Por qué? “Porque
cuando me vieron débil y enfermo y encarcelado, no hicieron nada. Nada más
siguieron su camino; no me mostraron interés ni compasión; no hicieron nada”.
Entonces también ellos le responderán sorprendidos, diciendo: “¿Por qué,
Señor? ¿Cuándo pasó así? No nos acordamos. Si te hubiésemos visto, hubiésemos
hecho algo, pero no nos acordamos ni haberte visto” (ver Mateo 25:41-44). La
revelación penetrante de este pasaje es que esto está sucediendo actualmente
a todo nuestro alrededor. Cristo está en todas estas situaciones de necesidad
y, cuando nosotros nos encontramos con alguien que tiene una necesidad, es
Jesús quien nos está pidiendo ayuda. Nuestra reacción ante esa persona es
nuestra reacción ante Él. Por lo tanto, ¿no se pregunta cada
corazón ahora: “Cuando me encuentre ante Él de este modo, pasaré la prueba?
¿Estoy yo reconociendo estas situaciones ahora?” Juan dice que es el amor
“perfeccionado” el que nos permite tener la confianza en el día del juicio.
El amor que ha sido perfeccionado es el amor hecho visible en nuestra manera
de actuar. Por lo tanto, fíjese usted en lo que está diciendo Juan: “Si desea
usted tener confianza en el día del juicio, permita que el amor se exprese a
sí mismo, permitiendo que sea perfeccionado, porque es cuando el amor es
perfeccionado en nosotros cuando tenemos la confianza necesaria para el día
del juicio”. Ahora puede usted ver la confianza
que hace que sintamos en el día del juicio. Si Él va a mirar mi vida y ver la
actividad de Sí mismo en mí, entonces no se negará a Sí mismo en el día del
juicio. Sé que lo que estoy haciendo, si proviene de esta fuente, será totalmente
aceptable para Él. Padre, no permitas que me tome
estas palabras a la ligera. El problema no son los otros, sino más bien el
que yo no esté dispuesto a mostrar amor hacia aquellos que no hacen las cosas
que a mí me gustan y no actúan de la manera que yo pienso que deberían hacerlo. Perdóname y enséñame a amar. |
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Aplicación a la vida |
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¿Qué sucede cuando nos morimos?
¿Dónde encontramos el conocimiento necesario para contestar con confianza a
esta pregunta? ¿Estamos nosotros a disposición de Aquel que ama por medio de
nosotros? |
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