Nuestro Señor escoge este precioso incidente y nos muestra su auténtico valor. Él dice cinco cosas al respecto que lo marcan como un acto extremadamente valioso. Primero, dice: “Ha hecho algo hermoso por mí”. La belleza de esto tiene que ver con la misma extravagancia. Esta mujer no se guardó nada del costoso ungüento, sino que rompió el frasco y derramó toda la cantidad sobre Él. Judas, con su mente práctica como un ordenador, calculó que su valor debía ser de unos trescientos denarios. Un denario era el salario de un día de un obrero, de modo que el salario de trescientos días sería una cantidad enorme. En opinión de Judas, esta mujer había derrochado una enorme cantidad de dinero al derramar el ungüento sobre Jesús. Fue un acto tan despilfarrador, y precisamente en eso radica su belleza.
Segundo, Él dijo que lo que ella había hecho había sido muy oportuno. “Era algo que solo podía hacerse en este momento. Siempre que queréis hacer el bien a los pobres, podéis hacerlo, porque siempre se encuentran alrededor”. Y está bien ayudar a los pobres, pero hay oportunidades que se presentan en nuestra vida por lo que es preciso aprovechar el momento para ofrecer este donativo, porque una ocasión así no se vuelve a repetir. Fue por la sensibilidad de su corazón que se dio cuenta de que el momento era el correcto, y Jesús reconoció esto.
Ella hizo entonces lo que era posible. Es decir, hizo lo que pudo. No podía prepararle una comida; no había tiempo para eso. No podía hacerle una prenda a Él; no había tiempo para eso. No había nada más que ella pudiera hacer para mostrarle su amor más que esto; así que hizo lo que pudo. Estoy seguro de que nuestro Señor ha llamado nuestra atención a esto porque es tan práctico para nosotros. Alguien ha dicho: “No soy más que un hombre, pero soy un hombre. No puedo hacerlo todo, pero puedo hacer algo, y lo que puedo hacer debiera de hacerlo. Y lo que yo debiera hacer, estoy disponible para hacerlo”.
El cuarto elemento de este acto tiene que ver con el hecho de que fue tan perspicaz. Nuestro Señor dice: “Ella ha ungido mi cuerpo de antemano para ser enterrado”. Muchas veces Jesús le dijo a estos discípulos que iba a morir. Ni uno de ellos lo creyó, excepto María de Betania. Ella había entendido que Él iba a ser enterrado, y como no podía estar segura de tener la oportunidad después para encontrar Su cuerpo con el fin de ungirlo para el entierro, lo hizo entonces, como un acto amoroso de servicio. ¡Qué consuelo debió de ser esto para nuestro Señor! De todos estos amigos que le rodeaban en esos momentos, solamente esta tuvo la sensibilidad de corazón como para entender lo que estaba sucediendo.
Finalmente, lo que ella hizo es algo que merece ser recordado, pues fue memorable. Jesús dijo: “La historia de este precioso acto se contará en recuerdo de ella por todo el mundo, dondequiera que sea predicado el evangelio”. Aquí estamos hoy, dos mil años después, cumpliendo esta palabra misma, contando de nuevo lo que hizo María de Betania cuando ungió la cabeza y los pies de nuestro Señor.
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Aplicación a la vida |
El Señor Jesucristo ha enseñado y dado ejemplos del amor extravagante, oportuno y abnegado. ¿Qué impresión causará cuando le permitamos a Él amar a otras personas por medio de nosotros? |
Versículo para hoy:
sábado, 25 de enero de 2020
25 de enero - La extravagancia del amor - Ray Stedman
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