Jesús ve la cruz que le está esperando. Santiago y Juan ven tronos esperándoles. ¿Y qué ven los otros diez? ¡Ven a Santiago y a Juan! Se sienten furiosos y muy molestos con ellos. ¿Por qué? Porque ellos fueron los primeros en llegar a Jesús y evidentemente querían las mismas cosas que querían Santiago y Juan, y estaban furiosos solo porque Santiago y Juan se les habían adelantado en llegar. Esta es con frecuencia la explicación de nuestra ira, ¿verdad? Con frecuencia nos enfadamos porque alguien ha pensado en ello antes de que lo hiciésemos nosotros.
Pero fíjese usted como Jesús deja de lado todo este politiqueo y los esfuerzos de ellos pidiendo privilegios especiales. Es así como funciona el mundo, pero no ha de ser parte del reino de Dios. En el reino, en la iglesia por así decirlo, no debe de haber discusiones y esfuerzos por ocupar puestos de honor. Pablo destaca esto de una manera maravillosa en el desarrollo del cuerpo de Cristo en 1 Corintios 12, donde dice que porque tenemos dones que nos han sido dados a nosotros por el Señor Jesús y un ministerio abierto por el Padre celestial, no tenemos necesidad de estar compitiendo con nadie.
Esto es lo que el Señor quiere explicar a Sus discípulos, de manera que les reúne y les dice pacientemente: “Sentaos, muchachos; hay algo que quiero deciros. Habéis mirado a los gentiles. ¿Os habéis fijado en que cuando ellos ejercen la autoridad es siempre sobre alguna otra persona? Miden su poder por el número de personas que tienen bajo ellos, que es la señal de su autoridad”. Eso es algo que sigue siendo verdad hoy. Así es como hacen las cosas las personas, como juzgan el éxito que tienen, y aunque esto produce toda clase de rivalidades, de competición, toda clase de trucos, politiqueo, de disimulos, de maniobras y manipulaciones, intentando socavar a los demás, con todo y con eso no podemos culpar a las personas por hacerlo, porque eso es todo lo que saben.
La clave se encuentra en estas palabras: “No será así entre vosotros”. La iglesia no debe ser establecida como una jerarquía de poder. No hay un orden de mando establecido en la iglesia de Jesucristo. Jesús ya le había dicho a estos discípulos: “Uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos” (Mateo 23:8). Cada uno de los apóstoles anda con cuidado para recordarnos el peligro de mandar sobre otra persona, los problemas que surgen cuando los que ocupan puestos de autoridad creen que tienen derecho a decirles a otros lo que deben de hacer o cómo deben de comportarse o qué deben pensar o cómo actuar, creyendo que tienen el derecho a tomar decisiones que otros deben de seguir. Eso no es cierto en la iglesia. Pablo se anda con cuidado diciendo a los corintios: “No que nos enseñoreemos de vuestra fe” (2 Corintios 1:24a). Esto es: “Podéis hacer lo que queráis. Vosotros estáis ante Dios y sois responsables ante Él, no ante mí”. Pero al mismo tiempo es fiel en decirles lo que ellos necesitan hacer y les advierte de los resultados con los que se pueden encontrar si no quieren hacerlo. Pero nadie debe de verse jamás condenado a hacer algo por medio de otra persona en la iglesia. El Señor es el único que manda.
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Aplicación a la vida |
¿De qué manera los principios del liderazgo que enseñó Jesús capacitaron a Sus discípulos para vivir en contra de la cultura? ¿Cómo se enfrenta un auténtico seguidor con las luchas de poder políticas y personales? |
Versículo para hoy:
lunes, 20 de enero de 2020
20 de enero - No será así entre vosotros - Ray Stedman
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