“El que guarda la higuera, comerá su fruto; y el que guarda a su Señor,
será honrado”. Proverbios 27:18.
El que guarda la higuera
tiene higos en recompensa de su trabajo, y el que sirve a un maestro bueno
tiene honra por galardón. Ciertamente el Señor Jesús es el mejor maestro, y es
un privilegio que se nos permita hacer el más pequeño servicio por su amor.
Servir a algunos amos es como guardar un manzano silvestre y tener por paga la
fruta de tal árbol; pero servir al Señor Jesús es guardar una higuera de higos
dulcísimos. Su servicio en sí es una delicia; permanecer en él es ir
ascendiendo; tener buen éxito en él es la felicidad aquí abajo; y la gloria en
el cielo es la recompensa.
Nuestros honores más
grandes se recogerán en aquel tiempo cuando los higos estarán maduros, en el
mundo venidero. Los ángeles que ahora son nuestros servidores, nos llevarán al
hogar cuando nuestro trabajo del día haya terminado. El cielo donde mora Jesús,
será nuestra mansión honrosa, la felicidad eterna nuestra porción honrosa y el
mismo Señor nuestro honroso compañero. ¿Quién puede imaginar la significación
completa de esta promesa: “El que guarda a su Señor será honrado”?
Señor, ayúdame a servir a
mi Maestro. Que deje toda idea de honra hasta la hora cuando tú mismo me
honrarás. ¡Que tu Espíritu Santo me haga un obrero y sirviente humilde y
sufrido!
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