“Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced;
y el Dios de paz será con vosotros”. Filipenses 4:9.
Es bueno que se pueda
imitar minuciosamente a un hombre con provecho, como se podía haber imitado a
Pablo. ¡Oh que tuviésemos gracia para imitarlo en este día y todos los días!
Si nosotros, por la
gracia divina, ponemos en práctica la doctrina de Pablo, podemos reclamar la
promesa que ahora está abierta delante de nosotros; ¡y qué promesa es! Dios,
que ama la paz, hace la paz y respira la paz, estará con nosotros. “Paz a
vosotros”, es una bendición dulce; pero que el Dios de paz está con nosotros es
aún mucho más. Así tenemos la fuente además de las corrientes, el sol además de
sus rayos. Si el Dios de paz está con nosotros, gozaremos de la paz de Dios que
sobrepuja todo entendimiento, aunque las circunstancias exteriores amenacen
inquietarnos. Si los hombres riñen, nosotros ciertamente seremos pacificadores,
si el Autor de la paz está con nosotros.
Es en el camino de la
verdad donde se halla paz verdadera. Si abandonamos la fe, o dejamos el camino
de la justicia bajo la idea de extender la paz, estaremos grandemente
equivocados. Primeramente pura, después pacífica, es el orden de la sabiduría y
de la verdad. Mantengámonos en la senda trazada por Pablo, y el Dios de paz
será con nosotros como estuvo con el apóstol.
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