"He acabado la obra que me diste que hiciera", Juan 17:4
La verdadera entrega no es la de nuestra vida exterior, sino la de la voluntad. Y cuando nos rendimos así, no queda nada por hacer. La crisis más grande que podemos enfrentar es la entrega de nuestra voluntad.
Sin embargo, Dios nunca nos obliga ni nos ruega para que lo hagamos. Él espera con paciencia hasta que voluntariamente nos rindamos a Él. Una vez que se ha ganado esa batalla, nunca más será necesario librarla.
Entrega para liberación. "Venid a mí... y yo os haré descansar", Mateo 11:28. Nosotros rendimos nuestra voluntad a Jesús para obtener descanso solo después de que comenzamos a experimentar lo que significa la salvación. Cualquier cosa que esté creando una sensación de inseguridad en realidad es un llamamiento a nuestra voluntad: "Venid a mí". Es un acercamiento voluntario.
Entrega para consagración. "Si alguien quiere venir en pos de mí, niéguese e a sí mismo", Mateo 16:24.
Aquí soy yo quien se rinde a Jesús, con el descanso de Él en mi corazón. "Si quieres ser mi discípulo, debes renunciar a tus derechos y cedérmelos a mí". Después, lo que resta de la vida solo es la manifestación de esa entrega. Nunca más deberías preocuparte por lo que el futuro te depare. Sin importar cuáles sean tus circunstancias, Jesús es más que suficiente (ver 2 Corintios 12:9 y Filipenses 4:19).
Entrega para muerte. "...Te ceñirá otro...", Juan 21:18-19. ¿Has aprendido lo que significa ser ceñido para la muerte? Ten cuidado de rendirte a Dios en un momento de éxtasis, pues luego podrías retractarte. La verdadera entrega consiste en estar unido con Jesús en la semejanza de su muerte, hasta que no pueda interesarte nada que no le haya interesado a Él.
Y después de que te rindas, ¿qué? Tu vida entera se caracterizará por la aspiración de mantener una inquebrantable comunión y unidad con Dios.
Fuente: EN POS DE LO SUPREMO de Oswald Chambers.
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