"Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos... Os he llamado amigos", Juan 15:13-15
Jesús no me pide que muera por Él, sino que ponga mi vida por Él. Pedro le dijo al Señor: ¡Mi vida daré por ti! Y realmente ese era su deseo (Juan 13:37). Es admirable la manera en que él entendía lo heroico.
Sería malo no poder hacer una declaración como la de Pedro. Sólo podemos percibir el entendimiento de nuestro deber a través de nuestro sentido de lo heroico. Te ha preguntado el Señor alguna vez "¿Tu vida darás por mí?" Juan 13:38. Es mucho más fácil morir que entregar la vida día tras día con el sentido de nuestro alto llamamiento.
No fuimos creados para momentos brillantes, sino que debemos andar a la luz de ellos, por los caminos cotidianos. En la vida de Jesús solo hubo un momento brillante: el del monte de la transfiguración.
Entonces se despojó de su gloria por segunda vez y descendió al valle del endemoniado (ver Marcos 9:1-29). Durante 33 años Él puso su vida para hacer la voluntad del Padre. "En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos", 1 Juan 3:16. Actuar así va en contra de nuestra naturaleza humana.
Si soy amigo de Jesús, debo dar mi vida por Él de una manera consciente y esmerada. Esto es difícil y gracias a Dios que lo es. Nuestra salvación es fácil porque el costo para Él fue muy grande, pero su manifestación en mi vida es difícil. En realidad Dios salva a una persona, la llena del Espíritu Santo y luego le dice: "Ahora pon la salvación en práctica, sé fiel conmigo aunque la naturaleza de todo lo que te rodea puede hacerte infiel". Jesús os dice: Os he llamado amigos. Permanece fiel a tu amigo y recuerda que tu vida física compromete su honor.
Fuente: EN POS DE LO SUPREMO de Oswald Chambers.
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