"El amor es sufrido, es benigno", 1 Corintios 13:4
El amor no es premeditado, es espontáneo. Esto quiere decir que irrumpe en formas extraordinarias. No existe ninguna seguridad matemática en la descripción de Pablo acerca del amor. No podemos decir: “Ahora nunca voy a guardar rencor y voy a creerlo todo". La característica del amor es la espontaneidad. No colocamos al frente las declaraciones de Jesús y las establecemos como una norma. Sin embargo cuando le permitimos actuar a su Espíritu, vivimos de acuerdo con el patrón de él y ni siquiera nos damos cuenta. Entonces, miramos hacia atrás y nos asombramos del desprendimiento que manifestamos en alguna emoción, lo cual demuestra que allí se encontraba presente la espontaneidad del amor verdadero.
La naturaleza de todo lo que tiene que ver con la vida de Dios en nosotros se discierne únicamente cuando ya hace parte del pasado.
La fuente del amor está en Él y no en nosotros. Resulta absurdo pensar que el amor de Dios se encuentra por naturaleza en nuestro corazón. Sólo está allí porque "ha sido derramado en nuestros corazones el Espíritu Santo", Romanos 5:5.
Tratar de probarle a Dios cuánto lo amamos es una señal indudable de todo lo contrario. La evidencia de que lo amamos es la absoluta espontaneidad de nuestro amor, el cual fluye con naturalidad. Al recordar el pasado no podemos establecer la razón por la que hicimos ciertas cosas, pues las realizamos según la naturaleza espontánea de su amor en nosotros. La vida de Dios se manifiesta de esta manera espontánea porque las fuentes de su amor se hallan en el Espíritu Santo.
Fuente: EN POS DE LO SUPREMO de Oswald Chambers.