Cada uno de nosotros tiene la ineludible necesidad espiritual de firmar el certificado de defunción de su naturaleza pecaminosa. Esto significa que debo convertir mis impresiones emocionales y creencias intelectuales en un veredicto moral contra la naturaleza pecaminosa, es decir, contra cualquier reclamo de mi parte de tener derecho sobre mí mismo. Pablo afirmó: "Con Cristo estoy juntamente crucificado…". No dijo: "Estoy decidido a imitar a Jesucristo", ni: "Realmente me esforzaré para seguirlo", sino: "me he identificado con Él en su muerte".
Cuando tomo esta decisión moral y actúo de acuerdo con ella, en mi ser se lleva a cabo todo lo que Cristo hizo por mí en la cruz. Mi libre entrega a Dios le da al Espíritu Santo la oportunidad de impartirme la santidad de Jesucristo.
"…Ya no vivo yo...". Mi individualidad permanece, pero cambian radicalmente mi motivación principal para vivir y la naturaleza que me gobierna. Tengo el mismo cuerpo humano pero queda destruido el antiderecho satánico sobre mí.
"…Y lo que ahora vivo en la carne...". No la vida que anhelo vivir o la que pido en oración que yo viva, sino lo que ahora vivo en mi carne mortal -la vida que los hombres pueden ver- lo vivo en la fe del Hijo Dios... Esta fe no era propia de Pablo, no era su fe en Jesucristo, sino la fe que el Hijo de Dios le había dado (ver Efesios 2:8). Ya no es fe en la fe, sino la fe que ha sobrepasado los límites de mi conocimiento subjetivo, una fe que proviene solamente del Hijo de Dios.
Fuente: EN POS DE LO SUPREMO de Oswald Chambers.
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