“Y aconteció en aquellos días, que fue al monte a orar, y pasó la noche orando”. Lucas 6:12.
SI hubo alguna vez alguien que hubiese podido vivir sin orar, ese fue nuestro inmaculado y perfecto Señor; sin embargo, ninguno oró tanto como él. Tanto amaba a su Padre que le placía mucho estar en comunión con él; y tanto amaba a los suyos que quería estar mucho tiempo intercediendo a favor de ellos. Esta gran inclinación a orar de parte de Jesús debe ser para nosotros una lección. El nos dio un ejemplo para que nosotros sigamos sus pisadas. El tiempo que eligió para orar era apropiado, pues eligió la hora del silencio cuando las multitudes ya no lo molestaban; el tiempo de la inacción, cuando todos, excepto él, habían dejado de trabajar, y el tiempo cuando el sueño había hecho olvidar a los hombres sus dolores y suspender sus solicitudes de socorro. Mientras otros hallaban descanso en el sueño, él tomaba aliento en la oración. También el lugar fue bien elegido. Jesús estaba solo, donde ninguno podía meterse, donde ninguno podía mirar. De esa forma se hallaba libre de la ostentación farisaica y de las ordinarias interrupciones. Aquellos oscuros y silenciosos collados formaban un oratorio apropiado para el Hijo de Dios. El cielo y la tierra oían en la quietud de la medianoche, los gemidos y los suspiros del misterioso Ser, en quien ambos mundos se unían. Es notable la duración de sus oraciones. Las largas vigilias no eran demasiado largas para él; el viento frío no entibió sus devociones; las espantosas tinieblas no oscurecieron su fe ni la soledad reprimió su importunidad. Nosotros no podemos velar con él una hora, pero él vela a favor nuestro toda la noche. También es notable la ocasión en que elevó esta oración. Fue cuando sus enemigos “se llenaron de rabia”. La oración fue, en este caso, su refugio y solaz. Fue antes de enviar a los doce apóstoles. La oración, pues, fue la puerta de su empresa, el heraldo de su nueva obra. ¿No deseamos aprender de Jesús a recurrir a las oraciones especiales cuando estamos pasando por alguna prueba particular o cuando estamos proyectando nuevos esfuerzos a favor de la gloria del Maestro? Señor Jesús, enséñanos a orar.
Charles Haddon Spurgeon.
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