"Os digo que si estos callaren las piedras clamarán". Lucas 19:40.
PERO, ¿podrían las piedras clamar? Sin duda podrían hacerlo si el que abrió la boca al mudo les ordenara levantar sus voces. A la verdad, si ellas hablaran, tendrían mucho que testificar en alabanza del que las creó por la palabra de su poder; podrían exaltar la sabiduría y el poder de su Hacedor que las llamó a la existencia. ¿No hablaremos nosotros bien del que nos hizo de nuevo y del que de las piedras levantó hijos de Abraham? Las rocas antiguas podrían contarnos del caos y del orden y de la obra de Dios en las sucesivas etapas del drama de la creación. ¿Y nosotros no podemos hablar de los mandamientos de Dios, de su gran obra en los tiempos antiguos en todo lo que él hizo por su Iglesia en los días pasados? Si las piedras hablaran podrían hablar de su rompedor, cómo él las tomó de la cantera y las dispuso para el templo. ¿Y no podemos hablar nosotros de nuestro glorioso Rompedor, que rompió nuestros corazones con el martillo de su palabra para que pudiese edificarnos en su templo? Si las piedras clamaran magnificarían a su edificador, quien las pulió y adaptó según las semejanzas de un palacio. ¿Y no hablaremos nosotros de nuestro Arquitecto y Edificador, que nos colocó en nuestro lugar, en el templo del Dios vivo? Si las piedras pudiesen clamar tendrían una larga historia que contar a modo de memorial, porque muchas veces una gran piedra ha sido revuelta como un memorial delante del Señor. Y nosotros también podemos testificar de Eben-Ezeres, piedras de ayuda, pilares de recuerdos. Las quebradas piedras de la ley claman contra nosotros, pero Cristo mismo, que quitó la piedra de la puerta del sepulcro, habla por nosotros. Bien pueden las piedras clamar, pero nosotros no lo permitiremos. Silenciaremos su clamor con el nuestro; prorrumpiremos en cantos sagrados y bendeciremos la majestad del Altísimo todos nuestros días, glorificando al que es llamado por Jacob el Pastor y la Roca de Israel.
Charles Haddon Spurgeon.
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