“Como el Padre me amó, también yo os he amado”. Juan 15:9.
COMO el Padre ama al Hijo, así Jesús ama a los suyos. ¿Cómo lo hace? Así: Dios ama al Hijo siempre; de la misma manera Jesús ama a los suyos. “Con amor eterno te he amado”. Se puede señalar el principio del afecto humano; se puede hallar fácilmente el principio de nuestro amor a Cristo pero su amor para con nosotros es una corriente cuya fuente está escondida en la eternidad. Dios el Padre ama a Jesús sin cambio alguno. Cristiano, aliéntate en esto; no hay cambio en el amor de Jesús para los que descansan en él. Ayer estabas en el monte Tabor y decías: “El me ama”. Hoy estás en el valle de la humillación, pero él te ama lo mismo. Sobre el monte de Mizhar y entre los Hermonitas oyes su voz que te habla dulcemente con las notas amorosas de la tórtola, y ahora sobre el mar o en el mar, cuando todas sus ondas y sus olas pasan sobre ti, su corazón permanece fiel a su antigua elección. El Padre ama al Hijo sin término alguno, y así el Hijo ama a los suyos. Santo, no tienes que temer que se afloje la cuerda de plata, pues su amor por ti nunca cesará. Descansa confiado en que aún hasta el sepulcro Cristo irá contigo y que, al levantarte de allí otra vez, él te guiará a los collados celestiales. Además, el Padre ama al Hijo sin medida, y lo mismo hace el Hijo con sus escogidos. El corazón entero de Cristo está dedicado a su pueblo. El nos amó y se dio a sí mismo por nosotros. El suyo es un amor que sobrepuja todo entendimiento. ¡Ah!, en verdad, nosotros tenemos un Salvador inmutable, un precioso Salvador, uno que ama sin medida, sin cambio, sin principio y sin fin, es decir, como el Padre lo ama a él. Hay aquí mucho alimento para los que saben cómo digerirlo. Que el Espíritu Santo nos introduzca en su meollo y grosura.
Charles Haddon Spurgeon.
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