“Él es precioso”. 1 Pedro 2:7.
COMO todos los ríos entran en la mar, así todos los placeres se concentran en nuestro Amado. Los fulgores de sus ojos sobrepasan a los del sol. La belleza de su rostro es superior a la de las más selectas flores. Ninguna fragancia iguala al hálito de su boca. Las gemas de las minas y las perlas de la mar son sin valor cuando se comparan con su preciosura. Pedro nos dice que Jesús es precioso, pero él no dijo ni podía decir cuán precioso es; tampoco podríamos nosotros calcular el valor del inefable don de Dios. Las palabras no pueden explicar cuán precioso es Jesús para su pueblo, ni decir plenamente cuán indispensable es él para la satisfacción y felicidad del mismo. Creyente, ¿no has experimentado mucha hambre, aun en medio de la abundancia, si Jesús estuvo ausente? El sol alumbraba, pero, como Cristo estaba oculto, todo el mundo fue oscuro para ti; o era de noche, pero al ponerse la brillante Estrella de la Mañana, ninguna otra estrella dio siquiera un rayo de luz. ¡Qué espantoso desierto es este mundo sin el Señor! Si se oculta de nosotros, se marchitan las flores de nuestro jardín; nuestros frutos más sabrosos se pudren; los pájaros interrumpen sus cantos y una tempestad derriba nuestras esperanzas. Todas las lámparas de la tierra no podrían producir un día de luz si el sol de Justicia se eclipsara. El es el alma de nuestra alma, la luz de nuestra luz y la vida de nuestra vida. Querido lector, ¿qué harías en el mundo sin él, en medio de las tentaciones y cuidados? ¿Qué harías sin él, en la mañana, cuando despiertas y ves delante el combate del día? ¿Qué harías en la noche cuando llegas al hogar desalentado y cansado, si no hubiese una puerta de comunión entre tú y Cristo? ¡Bendito sea su nombre! El no nos dejará probar nuestra suerte sin él, pues Jesús nunca olvida a los suyos. Sin embargo, que el pensamiento de “qué sería la vida sin él”, realce su preciosura.
Charles Haddon Spurgeon.
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