“Y Jonás se levantó para huir de la presencia de Jehová á Tarsis, y descendió a Joppe”. Jonás 1:3.
EN lugar de ir a Nínive para predicar la Palabra, como Dios se lo había mandado, Jonás no sintió placer por la obra y se fue a Joppe para huir de ella. Hay ocasiones cuando los siervos de Dios evaden el deber. Pero, ¿cuál es la consecuencia? ¿Qué perdió Jonás con su conducta? Perdió la presencia y el confortable goce del amor de Dios. Cuando servimos al Señor Jesús como los creyentes deben hacerlo, nuestro Dios está con nosotros; y aunque tengamos al mundo entero en contra nuestra, ¿qué nos importa? Pero cuando retrocedemos y buscamos nuestras propias conveniencias, nos hallamos en la mar sin piloto. Entonces podemos lamentar largamente y gemir diciendo: “¡Oh, Dios mío!, ¿adónde te has ido?, ¿cómo puedo yo ser tan necio para apartarme de tu servicio y, de este modo, perder todo el brillante esplendor de tu rostro? Este es un precio demasiado elevado. Permíteme volver a serte fiel para que pueda regocijarme en tu presencia”. En segundo lugar, Jonás perdió toda su tranquilidad. El pecado destruye pronto el bienestar del creyente. El pecado es el árbol venenoso cuyas hojas destilan gotas mortíferas que matan la vida de gozo y paz. Jonás perdió todo aquello de lo cual podía sacar aliento para su vida. No podía decir: “Señor, hallo dificultades en el cumplimiento de mi deber: ayúdame”. Jonás estaba cosechando lo que sembró. Cristiano, no imites a Jonás, a no ser que desees que todas las ondas y las olas pasen sobre tu cabeza. Tú hallarás, al fin y al cabo, que es más duro rehuir la obra y la voluntad de Dios que cumplirla. Jonás perdió su tiempo, pues, por fin, tuvo que ir a Tarsis. Es duro contender con Dios; rindámonos a él enseguida.
Charles Haddon Spurgeon.
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