“Sígueme, tomando tu cruz”. Marcos 10:21.
TÚ no conoces la forma de tu propia cruz, aunque la incredulidad es un carpintero maestro en la fabricación de cruces. Tampoco se te permite elegir tu propia cruz, aunque a la voluntad propia de buena gana le gustaría ser señora y dueña. Tu cruz es preparada y te es asignada por el amor divino y tú tienes que aceptarla con gozo. Tienes que tomar tu cruz como tu escogido distintivo y como tu carga y no estar cavilando en ella. Esta noche Jesús te ordena someter tus hombros a su fácil yugo. No des coces contra la cruz con mal genio, ni la pisotees con vanagloria, ni caigas sobre ella en desesperación, ni huyas de ella con temor, sino tómala como verdadero seguidor de Jesús. Jesús llevó la cruz. El señaló el camino en la senda del dolor. Sin duda no podrías desear un guía mejor. Y si Jesús lleva una cruz, ¿qué carga más noble podrías desear? La Vía Crucis es el camino de la seguridad; no temas andar por sus espinosos senderos.
Amado, la cruz no está hecha de plumas o forrada con terciopelo, sino es pesada y rústica para los hombres desobedientes. Sin embargo, no es una cruz de hierro, aunque tus temores te la hayan presentado así. Es, más bien, una cruz de madera, y cualquier hombre la puede llevar, pues el Varón de Dolores la llevó. Toma tu cruz y, por el poder del Espíritu de Dios, pronto la amarás de tal forma que, como Moisés, no cambiarás el vituperio de Cristo por los tesoros de Egipto. Recuerda que Jesús llevó la cruz, y ella te resultará liviana; recuerda que a la cruz pronto seguirá la corona, y el pensamiento del próximo peso de gloria aliviará grandemente el presente peso de la tribulación. Que el Señor te ayude, esta noche, antes de dormir, a humillar tu espíritu en sumisión a su divina voluntad, para que, al despertar mañana, puedas llevar la cruz del día con espíritu sumiso y santo, siendo así un seguidor del Crucificado.
Charles Haddon Spurgeon.
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