“Que son cosas antiguas”. 1 Crónicas 4:22.
SIN embargo, no tan antiguas como aquellas preciosas cosas que son el deleite de nuestras almas. Volvamos por un momento a contarlas, enumerándolas una y otra vez como cuenta el avaro su dinero. La soberana elección del Padre, por la que él nos eligió para vida eterna antes que la tierra fuese, es un asunto de remota antigüedad, ya que ninguna fecha puede asignarle a este hecho la mente humana. Hemos sido elegidos desde antes de la fundación del mundo. El amor eterno acompañó la elección, pues no hemos sido apartados por un simple acto de la voluntad divina, sino porque intervino el amor de Dios. El Padre nos amó desde el principio. Aquí tenemos un tema para meditación diaria. El propósito eterno de redimirnos de nuestra ruina, de limpiarnos, de santificarnos y, al fin, de glorificarnos es asunto de infinita antigüedad y corre parejo con el inmutable amor y la absoluta soberanía. El pacto es siempre descripto como eterno, y Jesús, la segunda parte de ese pacto, tiene “sus salidas desde el principio”. (Miqueas 5:2). El fue nuestro fiador mucho antes que los primeros astros empezaran a alumbrar, y fue en él que los elegidos fueron ordenados para vida eterna. Así, en los propósitos divinos, fue establecido entre el Hijo de Dios y su pueblo elegido un pacto de unión muy bendito, que permanecerá como el fundamento de su seguridad cuando el tiempo ya no sea más. ¿No es bueno estar ocupados en estas cosas antiguas? ¿No es vergonzoso que sean tan olvidadas y aún desechadas por la mayoría de los creyentes? Si conocieran más de sus propios pecados, ¿no estarían más dispuestos a adorar esta eminente gracia? Admiremos y adoremos esta noche a nuestro Dios mientras cantamos:
Soy salvo por su gracia,
Su tierno amor me sacia;
Su preciosa sangre me lavó
Y hasta hoy su brazo me guardó.
Charles Haddon Spurgeon.
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