El tiempo está fuera de quicio: oh maldito destino,
¡Que para arreglarlo yo haya nacido!
Tiene la sensación de que él es perfecto y todos sus problemas provienen de otro sitio. Y seguirá caminando en su miseria y su desgracia, y continuará con sus experimentos anodinos hasta que, como el libertino y pecador Agustín de antaño, empiece a darse cuenta de que el problema está dentro de sí mismo y en su mala relación con Dios y diga: "Nos creaste para ti y nuestros corazones no descansarán si no es en ti". Pero, cuando empiece a darse cuenta, comenzará a sentir que su situación es completamente desesperada. Verá que no solo hay necesidad en su corazón, sino también orgullo. Sentirá que ha perdido todo el derecho a recibir el Amor de Dios. Pero, maravilla de maravillas, oye el Evangelio que le dice que, a pesar de toda su rebelión, Dios ha estado esperándole pacientemente. De hecho, averigua que Dios ha estado buscándole y ha enviado a su Hijo Jesucristo a este mundo para buscarle y liberarle. Se le dice que Cristo ya ha muerto por su culpa. Se le asegura el perdón y recibe una nueva vida y una nueva naturaleza. Ahora ve todas las cosas de una forma nueva. Los problemas se resuelven y las dificultades se desvanecen. Empieza a experimentar una paz que es una paz verdadera porque no depende de los demás ni de las circunstancias externas. Más bien es una paz que persiste aunque cambien las condiciones, una profunda tranquilidad interior que solo puede ser descrita como "la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento" (Filipenses 4:7). Ha encontrado que "justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios" (Romanos 5:1). Y viéndose a sí mismo y a los demás con esta nueva luz derramada sobre el hombre y su mundo por la Biblia y su enseñanza, está también en armonía con los demás. No puede haber paz entre los hombres hasta que esta se halle en el interior de cada uno, y ese ideal puede obtenerse solo cuando nos sometemos a Aquel que dijo: "La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo" (Juan 14:27).»
Apartes tomados del libro LA VERDAD INMUTABLE de Dr. Martyn Lloyd-Jones
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