Está escrito: «Tan cierto como que yo vivo» dice el Señor, «ante
mí se doblará toda rodilla y toda lengua confesará a Dios». Así que cada uno de
nosotros tendrá que dar cuentas de sí a Dios. Romanos 14:11-12.
«Rinde cuentas de tu
administración» bien puede ser una orden para los impíos (Lucas 16:2). Ellos
son responsables ante Dios de todo lo que tienen, o lo que alguna vez tuvieron,
o lo que tendrán. La ley del Señor no es menos severa ante su pecado; son
responsables ante Dios, a pesar de que intentan evadir el yugo del
Todopoderoso. Como criaturas formadas por la mano divina y sustentadas por su
poder, tienen el deber de servir a Dios, y si no lo hacen, Dios les reclamará:
«Rinde cuentas de tu administración».
Este texto también se
aplica a los hijos de Dios, los hombres temerosos de Dios, pero en un sentido
diferente. En primer lugar, los hombres temerosos de Dios son hijos de Dios y
permanecen en Cristo. No son solo criaturas de Dios, ya que Jesucristo pagó
todo lo que debían en su condición de pecadores, y se convirtió en su Sustituto
y Salvador. Por tanto, están en un lugar diferente al resto de los hombres
pues, luego de haber sido adoptados en la familia de Dios y salvos por gracia,
Dios les confió talentos que deben usar para su honra y gloria. Al ser salvos y
llegar a ser hijos de Dios, se convierten en sus siervos y, como tales, son
responsables ante él y tendrán que rendir cuentas de su mayordomía.
A través de la Biblia en un año: Jeremías 30-32
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